Caminar en verbo soleado
Desangrarse en silencios
Desear encadenado y muerto
Arrepentirse en sueños
Tragarse la ira
Acostumbrarse a la derrota.
Delinear con sangre la voz, con dolor
Dormir sin querer, vivir el desencanto,
Recordar, negar, inventar
Mentir, por variar
Pararse sólo en la mitad del mundo y la lluvia
Roer huesos viejos, dejar la carne a ellos
Vivir en misterios, con misterios en la barriga,
misterios bajo la Luna, misterios en la casa de madera y misterios nocturnos.
Caminar entre las mismas palabras de siempre; silencio,muerte, melancolía, desastre, perro, puerco perro miserable y botado en la calle. Miserable perro cobarde y ensimismado. En eso me convierto todas las noches, en un triste perro ansioso por roer un hueso seco y asoleado junto a la perra que todavía me huele a veces con mirada de "quítate perro cabrón" con mirada de "úsame y lárgate"
Y así camino hasta quedar arrastrado en el suelo bajo las ruedas del mismisimo desespero...
martes, 22 de diciembre de 2009
martes, 8 de diciembre de 2009
Secreto
La luna esconde un secreto, y mis pasos silenciosos, mis pasos silenciosos!
Luna! Mueve las mareas para mí, has florecer el bosque para mí. Mueve mi sangre!!!
La luna esconde un secreto arcano, si la miras te hechiza. Hechicera como la palidez de tu piel. Te miro en la noche clara, escudriño tus níveas estrías; tus luces y sombras.
Por qué como ellos no puedo? Al menos levantar mis manos hacia ti, alzar mis voces, mis letras. Por qué no puedo enloquecer bajo tu brillo sibilino? Que me bañe tu luz blanca.
Aparecí en el mundo bajo tu luz y la lluvia. Fui yo tu confidente inexorable. Tu voz y tu aliento mi delirio. En tu ausencia devoraste mi tiempo y mi ensueño, mi profundo silencio hacia ti.
Ardí contigo mientras ardías, en tu fuego y sin él, pero ha sido siempre tu aliento el que se lleva mis cenizas tristes. Respírame, pues yo te respiro en bocanadas intensas llenas de olores nocturnos.
Maúlla como debas gata fulminante, camina delicados y estirados pasos. Sal de la niebla y envuélveme definitivamente en tus humores silvestres y ruborizados.
Luna! Mueve las mareas para mí, has florecer el bosque para mí. Mueve mi sangre!!!
La luna esconde un secreto arcano, si la miras te hechiza. Hechicera como la palidez de tu piel. Te miro en la noche clara, escudriño tus níveas estrías; tus luces y sombras.
Por qué como ellos no puedo? Al menos levantar mis manos hacia ti, alzar mis voces, mis letras. Por qué no puedo enloquecer bajo tu brillo sibilino? Que me bañe tu luz blanca.
La Luna esconde un secreto
Aparecí en el mundo bajo tu luz y la lluvia. Fui yo tu confidente inexorable. Tu voz y tu aliento mi delirio. En tu ausencia devoraste mi tiempo y mi ensueño, mi profundo silencio hacia ti.
Ardí contigo mientras ardías, en tu fuego y sin él, pero ha sido siempre tu aliento el que se lleva mis cenizas tristes. Respírame, pues yo te respiro en bocanadas intensas llenas de olores nocturnos.
Maúlla como debas gata fulminante, camina delicados y estirados pasos. Sal de la niebla y envuélveme definitivamente en tus humores silvestres y ruborizados.
Ruinas
Comedia, risa tras risa. Un día me desperté y todo ya estaba vuelto mierda.
Hacia donde miraba sólo quedaba el recuerdo obsoleto de lo que debía ser la existencia de esa abyecta cuidad crecida en el fuego de la miseria.
En qué punto de la historia empezó a morirse? no lo sé, tal vez desde antes de su propia caída o de su propio silencio. Difícil.
El llanto no desespera, ni los gritos, sólo el peso inmenso de la realidad y el instinto.
Estúpida... decisión...
Hacia donde miraba sólo quedaba el recuerdo obsoleto de lo que debía ser la existencia de esa abyecta cuidad crecida en el fuego de la miseria.
En qué punto de la historia empezó a morirse? no lo sé, tal vez desde antes de su propia caída o de su propio silencio. Difícil.
El llanto no desespera, ni los gritos, sólo el peso inmenso de la realidad y el instinto.
Estúpida... decisión...
Cabalah
Las letras no te contienen, pero escribir de ti mantiene el recuerdo vivo, ese recuerdo vago. Ahí flotas, fluyes, enredada entre palabras silenciosas, castas y felices. Fluyes como un beso en una noche húmeda de alcohol.
Fluyes, fluyes, luchas, fluyes.
Fluyes, fluyes, luchas, fluyes.
jueves, 27 de agosto de 2009
Calles
La Ciudad, esa cosa viva, fría y desolada. Tan impersonal y la vez tan impregnada en nosotros. Sus humores e historias que nos atraviesan en el hastío de los días hasta saciarnos de imagenes violentas y solitarias, endurecen la poca calidez que aun late en nuestra pálida humanidad.
La ciudad; vengativa, oscura y llena de figuras espectrales, donde quien no es mi enemigo es mi verdugo.
Ciudad, criatura vil, devoradora de inocencias inmaculadas y albergue de todo tipo de aberraciones trastornadas, mantenido en selénico romance con la desesperación de esos que sucumben a su necesidad de conmiseración.
Las calles, bañadas por la argentina luz de la luna, que es tenue lo suficiente para esconder miradas depravadas y silencios asesinos como sólo un humano los puede suscitar, y el miedo que se levanta desde el frío del suelo en densos efluvios que van a parar a la espina dorsal de cualquier desprevenido transeunte que pretenda caminar por las inexpugnables oscuridades de la Ciudad. Calles habitadas por personajes siniestros e invisibles que en las avenidas vacías evocan los horrores más indecibles.
La ciudad; vengativa, oscura y llena de figuras espectrales, donde quien no es mi enemigo es mi verdugo.
Ciudad, criatura vil, devoradora de inocencias inmaculadas y albergue de todo tipo de aberraciones trastornadas, mantenido en selénico romance con la desesperación de esos que sucumben a su necesidad de conmiseración.
Las calles, bañadas por la argentina luz de la luna, que es tenue lo suficiente para esconder miradas depravadas y silencios asesinos como sólo un humano los puede suscitar, y el miedo que se levanta desde el frío del suelo en densos efluvios que van a parar a la espina dorsal de cualquier desprevenido transeunte que pretenda caminar por las inexpugnables oscuridades de la Ciudad. Calles habitadas por personajes siniestros e invisibles que en las avenidas vacías evocan los horrores más indecibles.
miércoles, 26 de agosto de 2009
AMOR Y MUERTE EN EL CEMENTERIO CENTRAL (Etnografía 2007)
He visto cuerpos agotados de ceder a devenires simples y repetitivos, he visto cuerpos unirse sin otra intención más que venerar a la muerte. He visto a la muerte vestirse de negro para convertirse en icono y he visto blancos presagios dándole paso en sueños y visiones.
Vi cauces de sangre cruzarse con cauces de sudor salado, ambos corriendo por cuerpos exhaustos de bailar, de hacer parte de una danza macabra del amor donde se combinan en un rito que termina por dejar exánimes a sus oficiantes con fuerza suficiente solo para huir, dejando un rastro tras ellos y dejándolos con la sensación de haberse sentido muertos por unos segundos en suelo sagrado, de “vivir” le petite morte.
De nuevo mas preguntas me acosan y solo pretendo saber cómo puede llegar alguien a practicar este rito, no porque sea denigrante ni porque sea prohibido, sino por lo poco convencional que resultan el amor y la muerte juntas en una época en la que ya no se entienden de la misma forma.
La muerte y el amor son dos estados que siempre estarán en nuestra cotidianidad, tan primordiales a ella como la sangre a nuestro cuerpo. Y tan indispensables como imposible es separarnos de ellos.
Una especie de horror se despierta en la conciencia al presenciar un rito de esta particularidad, pues a pesar que uno cree tener la apertura de mente suficiente para hacer frente todo tipo de experiencias, la variabilidad del ser humano no termina nunca de sorprendernos.
He trabajado este hecho con una pareja de amigos (y dudo que de otra manera hubiese podido hacerlo), quienes se prestaron para hablar de ello y me hicieron observador del rito, mas su única condición fue la de no revelar sus nombres, petición que aun no logro entender pues sin duda no son los únicos que practican el ritual. Lo que me dieron a entender por la discreción con la que manejan el tema es que es un acto ilícito.
Este rito esta inevitablemente envuelto en una serie de simbologías, sobre la muerte, el duelo y el amor, además, este ritual me ha llevado a indagar sobre otros casos similares ocurridos en el mismo lugar, en la noche, y de manera clandestina. Todos envueltos en el mismo halo macabro, relacionando la muerte con otros aspectos de la cotidianidad del ciudadano nocturno.
*****
La noche que llegamos allí, ellos iban totalmente de negro, su ropa, con algunas piezas de cuero, me recordaban la vestimenta de los integrantes del grupo musical Cradle of Filth, quienes, según la pareja, hacen “Black Metal” y han sido sus ídolos desde que se consideran “metaleros”. Su cuerpo estaba totalmente cubierto a excepción de las blancas manos de ambos, él tenía un pantalón de cuero apretado y unas botas grandes de motociclista con broches de correa que le llegaban casi hasta la rodilla, tenía una camisa negra de mangas largas que ocultaba bajo una chaqueta también de cuero y correas con anillos de acero en las mangas y en los broches cuyo largo llegaba más o menos a la mitad del fémur y lucía al igual que yo, un pasamontañas negro que dejaba ver solo la boca y los ojos. Ella iba con unas botas largas de cuero pero no tan aparatosas como las de su compañero, tenía unas medias veladas de lana negras que llegaban más arriba de lo que la apretada minifalda mostraba, una chaqueta de cuero cubría su torso y brazos, y de las charreteras que esta tenia colgaban dos cadenas gruesas que empezaban a oxidarse, se cruzaban en la espalda y terminaban en dos anillos de acero a la altura de los riñones. Su cabello, largo y negro, aun lograba escaparse por debajo del pasamontañas y caía muy ligero sobre las cadenas de la chaqueta. Él usaba guantes, pues el frio a esa hora nos dificultaba cada paso y ella ocultaba sus suaves y menudas manos en los bolsillos delanteros de la chaqueta, y de ahí no las sacó sino hasta el momento de entrar al cementerio.
Llevábamos un maletín negro en el que había cuatro velas negras que él había fabricado, una daga parecida a una espada larga medieval pero en versión miniatura cuyo filo hacía necesario un improvisado forro de cartón, cuatro condones, una botella de aguardiente, un rollo de papel higiénico, una cobija y un revólver cargado mas ocho balas de munición. Este último le había sido prestado a Edward por un amigo suyo que ejercía como vigilante privado con el único objeto de defenderse de las “ñangas” que acechan en la oscuridad.
La noche estaba tan fría como puede serlo después de un día totalmente despejado, y una luna descomunal nos iluminaba el paso, yo iba con un jean, una chaqueta y una ruana, quien nos hubiese visto de lejos hubiera dicho que vio a Edward manos de tijeras, y a una vampira siendo acompañados por un celador de estatura considerable.
Cómo llegamos hasta allí, ya lo explicaré.
Varios meses llevo prestándole atención a la muerte, ya había hecho un corto trabajo sobre el duelo, y pensaba continuarlo con una investigación más profunda, indagando sobre más temas relacionados con los ritos de este, me había retroalimentado de algunas fuentes muy interesantes pero me di cuenta que en ellas no había mucho de lo que yo buscaba, me sentía intranquilo con el trabajo. Un día macabro, estaba yo sentado en la sala de velación de Capillas de la Fe, donde se velaba la abuelita de un amigo, estaba anotando descaradamente en mi diario de campo sin preocuparme en lo más mínimo el que alguien supiera lo que estaba haciendo, hacia preguntas en voz baja a los dolientes y me sentaba de nuevo a escribir. Entonces vi aparecer a Edward y a Mina en la sala, los tres compartíamos la dichosa amistad con el doliente así que me pareció sensato que aparecieran allí, iban vestidos muy formales, sin particularidades como lo hicieran el día del ritual. Charlamos un rato y yo les conté que indagaba sobre temas relacionados con la muerte y el duelo, y poco a poco me fueron contando muy prudentemente el ritual del que eran partícipes una vez cada seis meses. No se tocó más el tema pero me despertó un gran interés y cuando fui a proponerles una entrevista, aceptaron encantados e incluso quisieron que los viera practicarlo, cosa que me contrarió un poco pero a fin de cuentas era una tentadora invitación.
Para ello me prepare con unos binoculares y mi diario de campo, aunque me pesó no haber llevado la cámara o la grabadora debido a la inseguridad del sitio y la incomodidad de ellos al ser tomados en imágenes.
*****
Quedamos de encontrarnos a las seis de la tarde en casa de Mina, quien vive justo frente al cementerio por el costado sur, lo que llamaríamos la entrada trasera, en el barrio Los Mártires. Cuando llegué los dos ya estaban allí vestidos y dispuestos a contarme el plan, me indicaron por donde debía entrar, quien era el sujeto que nos iba a dejar hacerlo, y me dijeron que toma más o menos dos horas en terminar el acto, no permití que me contaran como se desarrollaba el ritual del sexo gótico sino hasta después de verlo, pues quería plasmar la primera impresión que se me mostrara de ello. Me dieron tinto “fortificado” con aguardiente y bebimos una que otra cerveza mientras se daba la hora.
Mina me contó que era mesera, en un restaurante del centro, arriba de la cuarta, que vivía en su casa sola cuando no estaba acompañada por Edward. Tiene veintitrés años de edad y su forma de vestir es muy particular, casi siempre se viste de negro y cuero, mide más o menos un metro sesenta y cinco centímetros y es delgada a pesar de tener un cuerpo de muy buenas formas. Me di cuenta en su forma de hablar que no carece de elocuencia y habla con propiedad de los temas sobre los que ha leído, encontré en un estante de su casa cuatro libros de Los Reyes Malditos, varias revistas de Metalhead y uno que otro libro de Voltaire y Dumas. Su casa no era un sitio muy común, pues estaba llena de fotos de necropsias y accidentes, había manchas en el suelo de algo que intuí era sangre y la ventanas estaban totalmente cubiertas por bolsas plásticas negras, unas cuantas velas iluminaban la habitación en la que estábamos. “Bienvenido a mi pedazo de infierno” me decía cuando llegaba a su casa.
A Edward yo ya lo conocía desde hacía un tiempo, habíamos estudiado juntos en el colegio. Él es alto, más o menos un metro setenta centímetros, muy delgado y siempre he pensado que es un poco emocional; se altera muy fácilmente. Lleva dos años siendo novio de Mina y desde que se fue de la casa de sus padres, ha permanecido mucho tiempo en casa de ella. El vive en una habitación cerca de allí, llegando a Paloquemao y trabaja como ayudante de decoración de interiores. Tiene el pelo largo y es blanco de protegerse del sol y a diferencia de Mina, no le gusta leer mucho.
Hablamos de ellos y de mi, hasta que el reloj marcó las once y treinta, cuando nos abrigamos bien y salimos, ofrecí quedarme a verlos desde la ventana pero no aceptaron, así que me puse una ruana de mina que me quedaba un poco corta y los seguí hasta la calle y allí llevamos a cabo el plan de entrada. Edward me ofreció el revólver, me dijo que los cuidara, yo no lo acepté y de ninguna manera lo habría aceptado pues tenía la idea que íbamos a ser descubiertos y no habría sido conveniente que me encontraran portando un arma a esas horas y en ese sitio.
*****
Muy silenciosamente se dirigieron hacia la esquina sur oriental de la necrópolis y allí tendieron la cobija, se dijeron algo al oído que no entendí pues estaba un poco lejos y pusieron las cuatro velas en forma de cruz alrededor de la cobija. Las encendieron y procedieron a sacar las cosas del maletín, la daga, la ubicaron en la cabecera del lecho, y los condones y el papel lo pusieron al lado izquierdo del lecho junto a la botella de aguardiente. Quedo más o menos así:
Se desnudaron dejando y comenzaron a mimarse mutuamente, me sentí un poco incomodo por ver su intimidad y más aun cuando sacaron la daga de su funda y empezaron a acariciarse con ella, se acostaron y cada uno se bebió media botella de aguardiente. Empezó el ritual cuando empezaron a tener sexo, se acariciaron con la daga hasta causarse heridas superficiales en el pecho y la espalda que empezaron a sangrar, se frotaban con la sangre por todo el cuerpo y desde lejos pude ver con incomodidad cómo salía vapor de sus cuerpos, tal vez por la sangre mezclada con el sudor en el calor del movimiento. Cuando una herida dejaba de sangrar, era presionada y succionada hasta que la sangre saliera de nuevo, y así duraron las dos horas que me habían dicho parando periódicamente para limpiar el cuerpo con el papel y cambiar de condón. La daga siempre estaba con ellos pues con ella se acariciaban e insinuaban cortes peligrosos que no se llevaban a cabo.
Tuve la suerte que el frío no me dejo dormir, y pude ver como concluyó el ritual con el último de cuatro éxtasis, cuando se levantaron, guardaron la daga, se limpiaron mutuamente con el papel y se vistieron de nuevo. Recogieron sus cosas y se dirigieron hacia donde yo estaba, en ese momento yo estaba un poco pasmado pero pude incorporarme para salir de allí e ir a casa de Mina.
Mientras estuve allí sentado reflexioné sobre lo que estaba viendo y había unas cosas que no encajaban en lo que tenía en mis preconceptos. Una de esas cosas era el hecho que se estuviera venerando a la Muerte (según la pareja) y por eso se vistieran de negro. Me pareció una confusión de interpretaciones, pues el negro es el color del duelo, y según Fanny Berger , la Muerte siempre se viste de blanco, desde la forma de ver la muerte por los bohemios (de Bohemia) en la supervivencia de la antigua Diosa de la muerte Morana, y en la tradición anglo germana de ver a la muerte como un carruaje tirado por caballos blancos, e incluso en Roma en el siglo segundo después de Cristo, soñarse vestido de blanco era símbolo de muerte, pues así se vestía a los muertos, mientras que el negro, simbolizaba la recuperación, y esa era la razón por la que lo vestían los dolientes. Además hace un tiempo había sido partícipe de un rito anual de una muy buena amiga mía, un ritual de duelo, en el que ella iba vestida de negro y en un cementerio cualquiera al caer la noche, ella se hacía cortes de bisturí en los brazos frente a una tumba y dejaba que su sangre cayera al suelo, tras esto, invitaba a su acompañante de turno a su casa para terminar el duelo teniendo sexo. Sea cual fuere el color de la muerte, ¿cuál es la relación entre amor y muerte?, ¿por qué unir el sexo con el duelo y los muertos? Schopenhauer ya lo habría dicho de algún modo, pues para él los dos son contrarios, opuestos, y por ello se neutralizan en la forma en que lo hacían los romanos, adornando sus féretros con diseños de danzas y fiestas representativas de la vitalidad. Esto lo puedo comprobar en las no pocas historias que hay sobre amor, y una de ella es la triste relatada por Dostoievski en su Crimen y Castigo donde un enamorado, Svidrigaylof, sucumbe a la muerte ante la imposibilidad de consumar su amor con Avdotia Romanovna, y para no ir más lejos en ejemplos, veamos a Romeo y a Julieta que no soportan tampoco una vida sin estar el uno con el otro.
Y además, ¿qué papel juega aquí la sangre? Me atrevería a decir que la sangre quiere representar la corrupción, y que al derramarla sobre suelo sagrado, se espera rendir tributo a la “maldad” de la muerte, pero el color negro en la vestimenta si debe ser definitivamente el duelo que atravesaba a mi amiga y la tendencia de Mina y Edward a venerar a la muerte vistiéndose del color en el que aparece en las caratulas de los álbumes musicales de algunos grupos de metal. Aunque algo que dijo Mina me dejo la duda de si es la búsqueda de la muerte lo que los impulsa a hacer sus rituales.
Al llegar a la casa, ellos estaban totalmente exhaustos, guardaron en una bolsa todos los desechos del ritual y se bañaron juntos. Al salir, mientras se trataban las heridas con isodine y alcohol, les pregunté cómo se sentían, respondieron “lo mejor es hacer cosas sucias en un lugar sagrado”, y a continuación Mina dijo: yo siempre me siento como un poquito muerta cuando me “vengo” así.
Vi cauces de sangre cruzarse con cauces de sudor salado, ambos corriendo por cuerpos exhaustos de bailar, de hacer parte de una danza macabra del amor donde se combinan en un rito que termina por dejar exánimes a sus oficiantes con fuerza suficiente solo para huir, dejando un rastro tras ellos y dejándolos con la sensación de haberse sentido muertos por unos segundos en suelo sagrado, de “vivir” le petite morte.
De nuevo mas preguntas me acosan y solo pretendo saber cómo puede llegar alguien a practicar este rito, no porque sea denigrante ni porque sea prohibido, sino por lo poco convencional que resultan el amor y la muerte juntas en una época en la que ya no se entienden de la misma forma.
La muerte y el amor son dos estados que siempre estarán en nuestra cotidianidad, tan primordiales a ella como la sangre a nuestro cuerpo. Y tan indispensables como imposible es separarnos de ellos.
Una especie de horror se despierta en la conciencia al presenciar un rito de esta particularidad, pues a pesar que uno cree tener la apertura de mente suficiente para hacer frente todo tipo de experiencias, la variabilidad del ser humano no termina nunca de sorprendernos.
He trabajado este hecho con una pareja de amigos (y dudo que de otra manera hubiese podido hacerlo), quienes se prestaron para hablar de ello y me hicieron observador del rito, mas su única condición fue la de no revelar sus nombres, petición que aun no logro entender pues sin duda no son los únicos que practican el ritual. Lo que me dieron a entender por la discreción con la que manejan el tema es que es un acto ilícito.
Este rito esta inevitablemente envuelto en una serie de simbologías, sobre la muerte, el duelo y el amor, además, este ritual me ha llevado a indagar sobre otros casos similares ocurridos en el mismo lugar, en la noche, y de manera clandestina. Todos envueltos en el mismo halo macabro, relacionando la muerte con otros aspectos de la cotidianidad del ciudadano nocturno.
*****
La noche que llegamos allí, ellos iban totalmente de negro, su ropa, con algunas piezas de cuero, me recordaban la vestimenta de los integrantes del grupo musical Cradle of Filth, quienes, según la pareja, hacen “Black Metal” y han sido sus ídolos desde que se consideran “metaleros”. Su cuerpo estaba totalmente cubierto a excepción de las blancas manos de ambos, él tenía un pantalón de cuero apretado y unas botas grandes de motociclista con broches de correa que le llegaban casi hasta la rodilla, tenía una camisa negra de mangas largas que ocultaba bajo una chaqueta también de cuero y correas con anillos de acero en las mangas y en los broches cuyo largo llegaba más o menos a la mitad del fémur y lucía al igual que yo, un pasamontañas negro que dejaba ver solo la boca y los ojos. Ella iba con unas botas largas de cuero pero no tan aparatosas como las de su compañero, tenía unas medias veladas de lana negras que llegaban más arriba de lo que la apretada minifalda mostraba, una chaqueta de cuero cubría su torso y brazos, y de las charreteras que esta tenia colgaban dos cadenas gruesas que empezaban a oxidarse, se cruzaban en la espalda y terminaban en dos anillos de acero a la altura de los riñones. Su cabello, largo y negro, aun lograba escaparse por debajo del pasamontañas y caía muy ligero sobre las cadenas de la chaqueta. Él usaba guantes, pues el frio a esa hora nos dificultaba cada paso y ella ocultaba sus suaves y menudas manos en los bolsillos delanteros de la chaqueta, y de ahí no las sacó sino hasta el momento de entrar al cementerio.
Llevábamos un maletín negro en el que había cuatro velas negras que él había fabricado, una daga parecida a una espada larga medieval pero en versión miniatura cuyo filo hacía necesario un improvisado forro de cartón, cuatro condones, una botella de aguardiente, un rollo de papel higiénico, una cobija y un revólver cargado mas ocho balas de munición. Este último le había sido prestado a Edward por un amigo suyo que ejercía como vigilante privado con el único objeto de defenderse de las “ñangas” que acechan en la oscuridad.
La noche estaba tan fría como puede serlo después de un día totalmente despejado, y una luna descomunal nos iluminaba el paso, yo iba con un jean, una chaqueta y una ruana, quien nos hubiese visto de lejos hubiera dicho que vio a Edward manos de tijeras, y a una vampira siendo acompañados por un celador de estatura considerable.
Cómo llegamos hasta allí, ya lo explicaré.
Varios meses llevo prestándole atención a la muerte, ya había hecho un corto trabajo sobre el duelo, y pensaba continuarlo con una investigación más profunda, indagando sobre más temas relacionados con los ritos de este, me había retroalimentado de algunas fuentes muy interesantes pero me di cuenta que en ellas no había mucho de lo que yo buscaba, me sentía intranquilo con el trabajo. Un día macabro, estaba yo sentado en la sala de velación de Capillas de la Fe, donde se velaba la abuelita de un amigo, estaba anotando descaradamente en mi diario de campo sin preocuparme en lo más mínimo el que alguien supiera lo que estaba haciendo, hacia preguntas en voz baja a los dolientes y me sentaba de nuevo a escribir. Entonces vi aparecer a Edward y a Mina en la sala, los tres compartíamos la dichosa amistad con el doliente así que me pareció sensato que aparecieran allí, iban vestidos muy formales, sin particularidades como lo hicieran el día del ritual. Charlamos un rato y yo les conté que indagaba sobre temas relacionados con la muerte y el duelo, y poco a poco me fueron contando muy prudentemente el ritual del que eran partícipes una vez cada seis meses. No se tocó más el tema pero me despertó un gran interés y cuando fui a proponerles una entrevista, aceptaron encantados e incluso quisieron que los viera practicarlo, cosa que me contrarió un poco pero a fin de cuentas era una tentadora invitación.
Para ello me prepare con unos binoculares y mi diario de campo, aunque me pesó no haber llevado la cámara o la grabadora debido a la inseguridad del sitio y la incomodidad de ellos al ser tomados en imágenes.
*****
Quedamos de encontrarnos a las seis de la tarde en casa de Mina, quien vive justo frente al cementerio por el costado sur, lo que llamaríamos la entrada trasera, en el barrio Los Mártires. Cuando llegué los dos ya estaban allí vestidos y dispuestos a contarme el plan, me indicaron por donde debía entrar, quien era el sujeto que nos iba a dejar hacerlo, y me dijeron que toma más o menos dos horas en terminar el acto, no permití que me contaran como se desarrollaba el ritual del sexo gótico sino hasta después de verlo, pues quería plasmar la primera impresión que se me mostrara de ello. Me dieron tinto “fortificado” con aguardiente y bebimos una que otra cerveza mientras se daba la hora.
Mina me contó que era mesera, en un restaurante del centro, arriba de la cuarta, que vivía en su casa sola cuando no estaba acompañada por Edward. Tiene veintitrés años de edad y su forma de vestir es muy particular, casi siempre se viste de negro y cuero, mide más o menos un metro sesenta y cinco centímetros y es delgada a pesar de tener un cuerpo de muy buenas formas. Me di cuenta en su forma de hablar que no carece de elocuencia y habla con propiedad de los temas sobre los que ha leído, encontré en un estante de su casa cuatro libros de Los Reyes Malditos, varias revistas de Metalhead y uno que otro libro de Voltaire y Dumas. Su casa no era un sitio muy común, pues estaba llena de fotos de necropsias y accidentes, había manchas en el suelo de algo que intuí era sangre y la ventanas estaban totalmente cubiertas por bolsas plásticas negras, unas cuantas velas iluminaban la habitación en la que estábamos. “Bienvenido a mi pedazo de infierno” me decía cuando llegaba a su casa.
A Edward yo ya lo conocía desde hacía un tiempo, habíamos estudiado juntos en el colegio. Él es alto, más o menos un metro setenta centímetros, muy delgado y siempre he pensado que es un poco emocional; se altera muy fácilmente. Lleva dos años siendo novio de Mina y desde que se fue de la casa de sus padres, ha permanecido mucho tiempo en casa de ella. El vive en una habitación cerca de allí, llegando a Paloquemao y trabaja como ayudante de decoración de interiores. Tiene el pelo largo y es blanco de protegerse del sol y a diferencia de Mina, no le gusta leer mucho.
Hablamos de ellos y de mi, hasta que el reloj marcó las once y treinta, cuando nos abrigamos bien y salimos, ofrecí quedarme a verlos desde la ventana pero no aceptaron, así que me puse una ruana de mina que me quedaba un poco corta y los seguí hasta la calle y allí llevamos a cabo el plan de entrada. Edward me ofreció el revólver, me dijo que los cuidara, yo no lo acepté y de ninguna manera lo habría aceptado pues tenía la idea que íbamos a ser descubiertos y no habría sido conveniente que me encontraran portando un arma a esas horas y en ese sitio.
*****
Muy silenciosamente se dirigieron hacia la esquina sur oriental de la necrópolis y allí tendieron la cobija, se dijeron algo al oído que no entendí pues estaba un poco lejos y pusieron las cuatro velas en forma de cruz alrededor de la cobija. Las encendieron y procedieron a sacar las cosas del maletín, la daga, la ubicaron en la cabecera del lecho, y los condones y el papel lo pusieron al lado izquierdo del lecho junto a la botella de aguardiente. Quedo más o menos así:
(Figura aparece en el original)
Se desnudaron dejando y comenzaron a mimarse mutuamente, me sentí un poco incomodo por ver su intimidad y más aun cuando sacaron la daga de su funda y empezaron a acariciarse con ella, se acostaron y cada uno se bebió media botella de aguardiente. Empezó el ritual cuando empezaron a tener sexo, se acariciaron con la daga hasta causarse heridas superficiales en el pecho y la espalda que empezaron a sangrar, se frotaban con la sangre por todo el cuerpo y desde lejos pude ver con incomodidad cómo salía vapor de sus cuerpos, tal vez por la sangre mezclada con el sudor en el calor del movimiento. Cuando una herida dejaba de sangrar, era presionada y succionada hasta que la sangre saliera de nuevo, y así duraron las dos horas que me habían dicho parando periódicamente para limpiar el cuerpo con el papel y cambiar de condón. La daga siempre estaba con ellos pues con ella se acariciaban e insinuaban cortes peligrosos que no se llevaban a cabo.
Tuve la suerte que el frío no me dejo dormir, y pude ver como concluyó el ritual con el último de cuatro éxtasis, cuando se levantaron, guardaron la daga, se limpiaron mutuamente con el papel y se vistieron de nuevo. Recogieron sus cosas y se dirigieron hacia donde yo estaba, en ese momento yo estaba un poco pasmado pero pude incorporarme para salir de allí e ir a casa de Mina.
Mientras estuve allí sentado reflexioné sobre lo que estaba viendo y había unas cosas que no encajaban en lo que tenía en mis preconceptos. Una de esas cosas era el hecho que se estuviera venerando a la Muerte (según la pareja) y por eso se vistieran de negro. Me pareció una confusión de interpretaciones, pues el negro es el color del duelo, y según Fanny Berger , la Muerte siempre se viste de blanco, desde la forma de ver la muerte por los bohemios (de Bohemia) en la supervivencia de la antigua Diosa de la muerte Morana, y en la tradición anglo germana de ver a la muerte como un carruaje tirado por caballos blancos, e incluso en Roma en el siglo segundo después de Cristo, soñarse vestido de blanco era símbolo de muerte, pues así se vestía a los muertos, mientras que el negro, simbolizaba la recuperación, y esa era la razón por la que lo vestían los dolientes. Además hace un tiempo había sido partícipe de un rito anual de una muy buena amiga mía, un ritual de duelo, en el que ella iba vestida de negro y en un cementerio cualquiera al caer la noche, ella se hacía cortes de bisturí en los brazos frente a una tumba y dejaba que su sangre cayera al suelo, tras esto, invitaba a su acompañante de turno a su casa para terminar el duelo teniendo sexo. Sea cual fuere el color de la muerte, ¿cuál es la relación entre amor y muerte?, ¿por qué unir el sexo con el duelo y los muertos? Schopenhauer ya lo habría dicho de algún modo, pues para él los dos son contrarios, opuestos, y por ello se neutralizan en la forma en que lo hacían los romanos, adornando sus féretros con diseños de danzas y fiestas representativas de la vitalidad. Esto lo puedo comprobar en las no pocas historias que hay sobre amor, y una de ella es la triste relatada por Dostoievski en su Crimen y Castigo donde un enamorado, Svidrigaylof, sucumbe a la muerte ante la imposibilidad de consumar su amor con Avdotia Romanovna, y para no ir más lejos en ejemplos, veamos a Romeo y a Julieta que no soportan tampoco una vida sin estar el uno con el otro.
Y además, ¿qué papel juega aquí la sangre? Me atrevería a decir que la sangre quiere representar la corrupción, y que al derramarla sobre suelo sagrado, se espera rendir tributo a la “maldad” de la muerte, pero el color negro en la vestimenta si debe ser definitivamente el duelo que atravesaba a mi amiga y la tendencia de Mina y Edward a venerar a la muerte vistiéndose del color en el que aparece en las caratulas de los álbumes musicales de algunos grupos de metal. Aunque algo que dijo Mina me dejo la duda de si es la búsqueda de la muerte lo que los impulsa a hacer sus rituales.
Al llegar a la casa, ellos estaban totalmente exhaustos, guardaron en una bolsa todos los desechos del ritual y se bañaron juntos. Al salir, mientras se trataban las heridas con isodine y alcohol, les pregunté cómo se sentían, respondieron “lo mejor es hacer cosas sucias en un lugar sagrado”, y a continuación Mina dijo: yo siempre me siento como un poquito muerta cuando me “vengo” así.
lunes, 27 de julio de 2009
Regret
Los seres humanos no nacen para siempre el día que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga otra vez y muchas veces a parirse a sí mismos.-Florentino Ariza-
Los seres humanos no nacen para siempre el día que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga otra vez y muchas veces a parirse a sí mismos. Empezar de nuevo y derrumbar el pasado para construir sobre él nuevos castillos es considerar qué vale la pena.
domingo, 26 de julio de 2009
Me duelen las tripas
Yo tengo un corazón grande y de fuertes huesos, que bombea espesa sangre desde los pies hasta la punta de los pelos, soy todo sanguíneo. No es corazón roto, ni en mil pedazos ni en dos, ni se lo llevaron ni han tratado de remendarlo, es un corazón rojo, rojo, es vistoso y hace lo que debe hacer "bombea sangre"
Ayer pensaba que amar era cuando el corazón pensaba, cuando se le rebelaba a la cabeza. Ayer amé pensando que el corazón era el que amaba, y lo dejé dejar de hacer lo suyo para dedicarse a otras cosas.
El corazón no sirve para amar, sirve para "bombear sangre" ahora ya sé. Entonces cuando se le detiene y se deja al corazón decir "amo" la cabeza se queda sin sangre, las ideas palidecen, la razón adelgaza, la valentía se deshidrata. Corazón no puede hacer lo que deben hacer otros.
Entonces me di cuenta que lo mejor es que la gente que ama con el corazón debe tratar de dejar de hacerlo, porque el corazón sólo sabe hacer dos o tres cosas, y entre esas no está el amar, el amar se le deja a las tripas, porque lo que uno siente siempre es desde las tripas.
En las tripas está la necesidad, el hambre, el sueño, el vértigo, el dolor, el deseo, los nervios, las náuseas, los ruidos, la llenura, el calor, las cosquillas, la satisfacción y la alegría. Todas esas cosas que uno ama en otra persona están en las tripas de uno.
El corazón sólo confunde, por eso es que hay que amar desde las tripas, amar con el corazón dedicado a lo suyo y las tripas en los dos.
Ayer pensaba que amar era cuando el corazón pensaba, cuando se le rebelaba a la cabeza. Ayer amé pensando que el corazón era el que amaba, y lo dejé dejar de hacer lo suyo para dedicarse a otras cosas.
El corazón no sirve para amar, sirve para "bombear sangre" ahora ya sé. Entonces cuando se le detiene y se deja al corazón decir "amo" la cabeza se queda sin sangre, las ideas palidecen, la razón adelgaza, la valentía se deshidrata. Corazón no puede hacer lo que deben hacer otros.
Entonces me di cuenta que lo mejor es que la gente que ama con el corazón debe tratar de dejar de hacerlo, porque el corazón sólo sabe hacer dos o tres cosas, y entre esas no está el amar, el amar se le deja a las tripas, porque lo que uno siente siempre es desde las tripas.
En las tripas está la necesidad, el hambre, el sueño, el vértigo, el dolor, el deseo, los nervios, las náuseas, los ruidos, la llenura, el calor, las cosquillas, la satisfacción y la alegría. Todas esas cosas que uno ama en otra persona están en las tripas de uno.
El corazón sólo confunde, por eso es que hay que amar desde las tripas, amar con el corazón dedicado a lo suyo y las tripas en los dos.
miércoles, 22 de julio de 2009
Feuer
Furibunda y desbocada como el fuego de fogata, explosiva y tempestiva, nocturna y sibilina.
Llamas que danzan y arremeten contra la soledad de la noche, irascible de vida, de muerte, y que abrasan negras nubes de melancolía.
Candela ciega y fuerte, nunca como la llama silenciosa de una vela, sino alegre y eufórica así como el azar y la mar.
Cae tu fuego y tus ojos se cierran, cenizas del tiempo que ardió en tu regazo. Extingues tus pasos y amainas tus besos, condena de silencio que aplaca tus bailes y te encierra en tu ensueño. Parece que tu ímpetu yace sosegado entre voces de hielo y voces de engaños, y caes lentamente en ascuas sofocadas.
Pasa tu noche y con ella la del mundo, y recordando tu crepitar te levantas, corres, saltas y ardes de nuevo, sin silencios, sin palabras, como fuegos infinitos y de luz perenne. Estallas de nuevo, en fulgor y vida, sonríes de nuevo y vives como esa sonrisa.
Llamas que danzan y arremeten contra la soledad de la noche, irascible de vida, de muerte, y que abrasan negras nubes de melancolía.
Candela ciega y fuerte, nunca como la llama silenciosa de una vela, sino alegre y eufórica así como el azar y la mar.
Cae tu fuego y tus ojos se cierran, cenizas del tiempo que ardió en tu regazo. Extingues tus pasos y amainas tus besos, condena de silencio que aplaca tus bailes y te encierra en tu ensueño. Parece que tu ímpetu yace sosegado entre voces de hielo y voces de engaños, y caes lentamente en ascuas sofocadas.
Pasa tu noche y con ella la del mundo, y recordando tu crepitar te levantas, corres, saltas y ardes de nuevo, sin silencios, sin palabras, como fuegos infinitos y de luz perenne. Estallas de nuevo, en fulgor y vida, sonríes de nuevo y vives como esa sonrisa.
domingo, 19 de julio de 2009
Otra noche más en el cuadro de Durero
Luces bajas, cerveza fría, música fuerte. Diálogos entrecortados, conversaciones con la mirada. Una de Whitesnake, una de Kiss y una de Pantera, todo fluía tal como esas cervezas en la boca y la ansiedad entre los dedos, todo fluía como en una de esas noches en las que la paciencia se acaba, pero ahora estabamos de pie sacudiendo el estrés de las cabezas, sacudiendo el hastío de los días, sacudiendo la noche, quitándonos el olor a rutina con un poco de ese viejo "head bang" y preparándonos para el dolor de cuello del día siguiente. Toda la noche bailando, toda la noche bebiendo, toda la noche sintiendo, toda la noche vaciando botellas para tener al menos un día a la semana con resaca.
Solo, de pie en el sucio bar, bailando conmigo mismo, con el beat de una canción vieja estallando en mis oídos, bailando arrítmicamente con una pola en la derecha borracha y los trastes de mi izquierda levantada "dancing with myself" pensando en solitario y riendo con todos, tarareando "you shook me all night long" deprimido a las 11pm y eufórico a la 1am, entre miradas indiferentes y desconocidas, solo a las 10 y acompañado a las 10 y 5pm. Cierro los ojos y parpadea la vida, los abro y ahí está mi cerveza, dazed and confused esperándome mientras muero.
Bebo sin cuidado y bailo con fuerza, pero al final sé que pronto volveré a caer de sueño en el concreto ya manchado con la sangre de sueños de otros.
Solo, de pie en el sucio bar, bailando conmigo mismo, con el beat de una canción vieja estallando en mis oídos, bailando arrítmicamente con una pola en la derecha borracha y los trastes de mi izquierda levantada "dancing with myself" pensando en solitario y riendo con todos, tarareando "you shook me all night long" deprimido a las 11pm y eufórico a la 1am, entre miradas indiferentes y desconocidas, solo a las 10 y acompañado a las 10 y 5pm. Cierro los ojos y parpadea la vida, los abro y ahí está mi cerveza, dazed and confused esperándome mientras muero.
Bebo sin cuidado y bailo con fuerza, pero al final sé que pronto volveré a caer de sueño en el concreto ya manchado con la sangre de sueños de otros.
lunes, 29 de junio de 2009
6
Todos somos una espada de Damocles colgando sobre un otro.
Todos tenemos una espada de Damocles justo sobre nuestro pellejo.
Todos son hojas y filo...
Todos tenemos una espada de Damocles justo sobre nuestro pellejo.
Todos son hojas y filo...
5
El abismo... crece vertiginosamente bajo mis pies. Por qué no me hundo?
La soledad, no se separa de mí. Por que no me asesina?
La soledad, no se separa de mí. Por que no me asesina?
3
El viento vuela presuroso
siempre en alas de muerte.
Qué nuevas me traes?
Pero las voces no llegan a mis oidos.
siempre en alas de muerte.
Qué nuevas me traes?
Pero las voces no llegan a mis oidos.
sábado, 13 de junio de 2009
Ubi sunt?
A dónde fue mi memoria coja y solemne?
- Atrás, donde las palabras se pronunciaban lento y el deseo era calcinado por la pasión.
A dónde fue mi voz... la voz de mi alma en esta noche oscura y lluviosa?
- Se quedó en el zapato con el que le diste tal puntapie y que luego quemaste en señal de rebeldía.
A dónde fue esa palabra poderosa que todo lo podía y que contenía mi fuerza?
- Aun zumba en tu cabeza cada noche como un mosquito, tratando de entrar en tus labios.
Y a dónde fueron las esperanzas y los sueños que rompían como olas en el mundo gris?
- Fueron tuyos hasta que te cagaste en ellos... Nunca será tuyo nada, nunca amarás más que a tu soledad, nunca dirás más de lo que mientes, nunca darás alegría, nunca perderás el peso de la vida, nunca alumbrarás sin que seas adorado como a un sol...
- Atrás, donde las palabras se pronunciaban lento y el deseo era calcinado por la pasión.
A dónde fue mi voz... la voz de mi alma en esta noche oscura y lluviosa?
- Se quedó en el zapato con el que le diste tal puntapie y que luego quemaste en señal de rebeldía.
A dónde fue esa palabra poderosa que todo lo podía y que contenía mi fuerza?
- Aun zumba en tu cabeza cada noche como un mosquito, tratando de entrar en tus labios.
Y a dónde fueron las esperanzas y los sueños que rompían como olas en el mundo gris?
- Fueron tuyos hasta que te cagaste en ellos... Nunca será tuyo nada, nunca amarás más que a tu soledad, nunca dirás más de lo que mientes, nunca darás alegría, nunca perderás el peso de la vida, nunca alumbrarás sin que seas adorado como a un sol...
sábado, 16 de mayo de 2009
Physics
Elasticidad: eso es como el coeficiente de resistencia de un material; es lo que puede estirarse sin romperse, es todo lo que puede elongarse un material.
Y lo ideal es que volviera a retomar su forma original.
Resilencia: parece ser la resistencia que tiene un material a la presión y al calor sin llegar a quemarse o destruirse. La tolerancia a la presión y al calor.
Hay situaciones en las que demostramos tener un coeficiente muy alto de ambas propiedades, pero para otras (lo confieso) bastan doce palabras para entender que se es tan frágil como una hoja seca que se quierbra en las manos de la incertidumbre y se consume rápidamente en las llamas opacas de la melancolía...
A veces creo que la ciencia y sus conceptos totalizantes sólo se piensan para destruir al Hombre (a mí) desde adentro con una sustentación chusca.
Y lo ideal es que volviera a retomar su forma original.
Resilencia: parece ser la resistencia que tiene un material a la presión y al calor sin llegar a quemarse o destruirse. La tolerancia a la presión y al calor.
Hay situaciones en las que demostramos tener un coeficiente muy alto de ambas propiedades, pero para otras (lo confieso) bastan doce palabras para entender que se es tan frágil como una hoja seca que se quierbra en las manos de la incertidumbre y se consume rápidamente en las llamas opacas de la melancolía...
A veces creo que la ciencia y sus conceptos totalizantes sólo se piensan para destruir al Hombre (a mí) desde adentro con una sustentación chusca.
jueves, 14 de mayo de 2009
Language
Es ese yo corto y silencioso que ronda noche y día las plazas de la verdad, pero es que es esa imposibilidad de decir las cosas tal como son.
Es ese al que busco desesperado y no me interesa perder de vista, soy ese yo que explota en miles de yos y que se recoge de nuevo pedazo a pedazo, es ese triste y furibundo lleno de soledad.
Estoy callado mirando todo lo que sale de tu boca sin parpadear, y lo que sale es esa tú amarilla y mas yoica que yo, tan grande que me enredo entre algunas de las letras con las que habla esa boca.
Entonces yo hablo y los últimos que me entienden son mis labios, porque la voz al igual que la soledad, va de adentro pa fuera, y ellos son lo último que quiere escuchar a mi corazón. Y tus oídos, exquisitos como son todos, escogen lo que se van a comer.
Por eso digo que antes de morir era un oído muy grande, no porque los demás no lo fueran, sino porque nunca tuve boca.
Es ese al que busco desesperado y no me interesa perder de vista, soy ese yo que explota en miles de yos y que se recoge de nuevo pedazo a pedazo, es ese triste y furibundo lleno de soledad.
Estoy callado mirando todo lo que sale de tu boca sin parpadear, y lo que sale es esa tú amarilla y mas yoica que yo, tan grande que me enredo entre algunas de las letras con las que habla esa boca.
Entonces yo hablo y los últimos que me entienden son mis labios, porque la voz al igual que la soledad, va de adentro pa fuera, y ellos son lo último que quiere escuchar a mi corazón. Y tus oídos, exquisitos como son todos, escogen lo que se van a comer.
Por eso digo que antes de morir era un oído muy grande, no porque los demás no lo fueran, sino porque nunca tuve boca.
lunes, 4 de mayo de 2009
Stone
Yo a veces soy ese otro que vive en las letras que sueño, que quisiera escapar de la vida y caminar por la línea delgada de la que pendemos todos. Por eso a veces bailo con ella hasta quedar borracho de tanto respirar su aliento de bosque.
Pero a veces soy yo volviendo a ser ese otro y petrificándome en una silla de rutina y hastío... entonces sueño con las nubes y con las palabras que se me olvidan...
Tú a veces eres como yo y sabes que eso te avergüenza porque lo serás también.
Muero todos los días, muero tanto que termino hastiado de soñar...
Pero a veces soy yo volviendo a ser ese otro y petrificándome en una silla de rutina y hastío... entonces sueño con las nubes y con las palabras que se me olvidan...
Tú a veces eres como yo y sabes que eso te avergüenza porque lo serás también.
Muero todos los días, muero tanto que termino hastiado de soñar...
sábado, 2 de mayo de 2009
Ese no se parece a mí
Palidecen y se petrifican al pasar el tiempo, esas melodías ahora silenciosas.
Mi cuerpo no son clavos, remaches y poleas, tambien hay una gran cantidad de fuego.
Y lamento profundamente no tener un lápiz justo en ese momento...
Hoy desde hace por lo menos dos meses, no paría una letra...
Mi cuerpo no son clavos, remaches y poleas, tambien hay una gran cantidad de fuego.
Y lamento profundamente no tener un lápiz justo en ese momento...
Hoy desde hace por lo menos dos meses, no paría una letra...
domingo, 12 de abril de 2009
Personae Dramaticae
En la vida, en la larga y tediosa vida, todas las historias tienen un final idéntico, y esto es coherente con el principio alquímico de la correspondencia. Sólo basta echarle un vistazo...
Todo humano es una comedia con los mismos personajes y los mismos diálogos siempre, la trama se repite con vehemencia una y otra vez desde el principio de los días hasta el fin de ellos. Y vemos con angustia como caminamos por el mismo camino nueve y hasta diez veces y tropezamos con las mismas piedras y caemos de cara al piso, hasta morir de nuevo...
Los personajes son patéticos, sus actitudes deprimentes y su actuación es miserable, aun así, hay una necesidad intrínseca que nos obliga a permanecer sentados frente a esa escena absurda de la vida. Y despues de todo, todo vuelve a empezar y nos engaña...
Todo humano es una comedia con los mismos personajes y los mismos diálogos siempre, la trama se repite con vehemencia una y otra vez desde el principio de los días hasta el fin de ellos. Y vemos con angustia como caminamos por el mismo camino nueve y hasta diez veces y tropezamos con las mismas piedras y caemos de cara al piso, hasta morir de nuevo...
Los personajes son patéticos, sus actitudes deprimentes y su actuación es miserable, aun así, hay una necesidad intrínseca que nos obliga a permanecer sentados frente a esa escena absurda de la vida. Y despues de todo, todo vuelve a empezar y nos engaña...
viernes, 13 de marzo de 2009
La isla
Todos saben que Odiseo naufragó, en el camino de regreso, permaneció nueve años en la isla Ogigia, habitada únicamente por Calipso, antigua diosa.
Calipso: Odiseo, nada es muy diferente. También tú, como yo, quieres detenerte en una isla. Todo lo has visto y padecido. Tal vez un día yo te diga lo que he padecido. Ambos estamos cansados de un destino tan grande. ¿Porqué continuar? ¿Qué te importa si la isla no es la que buscabas? Aquí ya nada sucede. Hay un poco de tierra y un horizonte. Aquí puedes vivir siempre.
Odiseo: Una vida inmortal.
Calipso: Inmortal es quien acepta el instante. Quien no conoce ya un mañana. Pero si te gusta la palabra, dila. ¿Has llegado, en verdad, a ese punto?
Odiseo: Creía inmortal a quien no teme la muerte.
Calipso: A quien no espera vivir más. Ciertamente, casi lo eres. Tú también has padecido mucho. Pero ¿por qué esa obsesión de volver a casa? Todavía estás inquieto. ¿por qué vas hablando solo entre los escollos?
Odiseo: Si yo partiera mañana, ¿serías infeliz?
Calipso: Quieres saber demasiado, querido. Digamos que soy inmortal. Pero si no renuncias a tus recuerdos y a tus sueños, si no depones tu obsesión y aceptas el horizonte, no te librarás del destino que conoces.
Odiseo: Se trata siempre de aceptar un horizonte ¿Y obtener qué, a cambio?
Calipso: Apoyar la cabeza y callar, Odiseo. ¿Te has preguntado alguna vez porqué también nosotros buscamos el sueño? ¿Te has preguntado adónde van los viejos dioses que el mundo ignora? ¿Por qué, siendo eternos, se hunden en el tiempo, como las piedras en la tierra? ¿Y quién soy yo, quién es Calipso?
Odiseo: Te he preguntado si eras feliz.
Calipso: No es eso, Odiseo. El aire, hasta el aire de esta isla desierta, que ahora solo vibra en el retumbar del mar y el graznido de los pájaros, está demasiado vacío. Y no es que haya nada que lamentar de este vacío. ¿Pero no sientes tú también, a veces, un silencio, un suspenso que es como la huella de una antigua tensión, de una presencia desaparecida?
Odiseo: Entonces, ¿tú también hablas con los escollos?
Calipso: Es un silencio, te digo. Algo remoto y casi muerto. Algo que ha sido y no volverá a ser. Del antiguo mundo de los dioses, cuando un gesto mío era destino. Tuve nombres pavorosos, Odiseo. Me obedecían la tierra y el mar. Después me cansé; pasó el tiempo, no quise moverme más. Algunas de nosotras resistieron a los nuevos dioses; yo dejé que los nombres se hundieran en el tiempo; todo cambió, permaneciendo igual; no valía la pena disputarles a los nuevos el destino. Comprendí entonces mi horizonte y por qué los viejos no habían disputado con nosotros.
Odiseo: ¿Pero no eras inmortal?
Calipso: Y lo soy, Odiseo. Morir no espero. Y no espero vivir. Acepto el instante. A ustedes, los mortales, les aguarda algo semejante, la vejez y el lamento. ¿Por qué no quieres apoyar la cabeza, como yo, en esta isla?
Odiseo: Lo haría si creyera que estás resignada. Pero incluso tú, que has sido señora de todas las cosas, me necesitas a mí, un mortal, para ayudarte a soportar.
Calipso: Es un bien recíproco, Odiseo. No hay verdadero silencio si no es compartido.
Odiseo: ¿No te basta que esté contigo ahora?
Calipso: No estás conmigo, Odiseo. No aceptas el horizonte de esta isla. Y no huyes del lamento.
Odiseo: Lo que me hace lamentarme es parte viva de mí mismo, como lo es de ti tu silencio. ¿Qué ha cambiado para ti desde aquel día en que tierra y mar te obedecían? Te sentiste sola y cansada y olvidaste tus nombres. Nada te fue arrebatado. Eres lo que has querido.
Calipso: Lo que soy es casi nada, Odiseo. Casi mortal, casi una sombra como tú. Es un largo sueño que empezó quién sabe cuándo y tú has entrado como un sueño en este sueño. Temo el alba, el despertar; si te vas será el despertar.
Odiseo: ¿Y eres tú, la señora quien habla?
Calipso: Temo el despertar, como tú temes la muerte. Es eso, antes estaba muerta, ahora lo sé. No quedaba de mí en esta isla sino la voz del mar y del viento. No era un sufrimiento. Dormía. Pero desde que llegaste, trajiste en ti otra isla.
Odiseo: Desde hace tanto tiempo la busco. Tú no sabes lo que es divisar una tierra y entrecerrar los ojos cada vez para engañarse. Yo no puedo aceptar y callar.
Calipso: Sin embargo, Odiseo, ustedes los hombres dicen que encontrar lo perdido es siempre un mal. El pasado no vuelve. Nada gobierna el transcurrir del tiempo. Tú que has visto el océano, los monstruos y el Elíseo, ¿podrías aún reconocer las casas, tus casas?
Odiseo: Tú misma has dicho que llevo la isla dentro de mi.
Calipso: Sí, pero cambiada, perdida, un silencio. El eco del mar en los escollos o un poco de humo. Nadie podrá compartirla contigo. Las casas serán como el rostro de un viejo. Tus palabras no tendrán el mismo sentido para ellos. Estarás más solo que en el mar.
Odiseo: Sabré al menos que debo detenerme.
Calipso: No vale la pena, Odiseo. Quien no se detiene ahora, en este instante, ya nunca se detiene. Lo que haces lo harás siempre. Por una vez, tienes que romper el destino, abandonar el camino, dejarte hundir en el tiempo....
Odiseo: No soy inmortal.
Calipso: Lo serás si me escuchas. ¿Qué es la vida eterna sino aceptar el instante que viene y el instante que se va? La embriaguez, el placer, la muerte no tienen otro fin. ¿Que ha sido hasta ahora tu continuo errar?
Odiseo: Si lo supiera, me habría detenido. Pero tú olvidas algo.
Calipso: Dime.
Odiseo: Lo que busco lo llevo en el corazón, igual que tú...
Calipso: Odiseo, nada es muy diferente. También tú, como yo, quieres detenerte en una isla. Todo lo has visto y padecido. Tal vez un día yo te diga lo que he padecido. Ambos estamos cansados de un destino tan grande. ¿Porqué continuar? ¿Qué te importa si la isla no es la que buscabas? Aquí ya nada sucede. Hay un poco de tierra y un horizonte. Aquí puedes vivir siempre.
Odiseo: Una vida inmortal.
Calipso: Inmortal es quien acepta el instante. Quien no conoce ya un mañana. Pero si te gusta la palabra, dila. ¿Has llegado, en verdad, a ese punto?
Odiseo: Creía inmortal a quien no teme la muerte.
Calipso: A quien no espera vivir más. Ciertamente, casi lo eres. Tú también has padecido mucho. Pero ¿por qué esa obsesión de volver a casa? Todavía estás inquieto. ¿por qué vas hablando solo entre los escollos?
Odiseo: Si yo partiera mañana, ¿serías infeliz?
Calipso: Quieres saber demasiado, querido. Digamos que soy inmortal. Pero si no renuncias a tus recuerdos y a tus sueños, si no depones tu obsesión y aceptas el horizonte, no te librarás del destino que conoces.
Odiseo: Se trata siempre de aceptar un horizonte ¿Y obtener qué, a cambio?
Calipso: Apoyar la cabeza y callar, Odiseo. ¿Te has preguntado alguna vez porqué también nosotros buscamos el sueño? ¿Te has preguntado adónde van los viejos dioses que el mundo ignora? ¿Por qué, siendo eternos, se hunden en el tiempo, como las piedras en la tierra? ¿Y quién soy yo, quién es Calipso?
Odiseo: Te he preguntado si eras feliz.
Calipso: No es eso, Odiseo. El aire, hasta el aire de esta isla desierta, que ahora solo vibra en el retumbar del mar y el graznido de los pájaros, está demasiado vacío. Y no es que haya nada que lamentar de este vacío. ¿Pero no sientes tú también, a veces, un silencio, un suspenso que es como la huella de una antigua tensión, de una presencia desaparecida?
Odiseo: Entonces, ¿tú también hablas con los escollos?
Calipso: Es un silencio, te digo. Algo remoto y casi muerto. Algo que ha sido y no volverá a ser. Del antiguo mundo de los dioses, cuando un gesto mío era destino. Tuve nombres pavorosos, Odiseo. Me obedecían la tierra y el mar. Después me cansé; pasó el tiempo, no quise moverme más. Algunas de nosotras resistieron a los nuevos dioses; yo dejé que los nombres se hundieran en el tiempo; todo cambió, permaneciendo igual; no valía la pena disputarles a los nuevos el destino. Comprendí entonces mi horizonte y por qué los viejos no habían disputado con nosotros.
Odiseo: ¿Pero no eras inmortal?
Calipso: Y lo soy, Odiseo. Morir no espero. Y no espero vivir. Acepto el instante. A ustedes, los mortales, les aguarda algo semejante, la vejez y el lamento. ¿Por qué no quieres apoyar la cabeza, como yo, en esta isla?
Odiseo: Lo haría si creyera que estás resignada. Pero incluso tú, que has sido señora de todas las cosas, me necesitas a mí, un mortal, para ayudarte a soportar.
Calipso: Es un bien recíproco, Odiseo. No hay verdadero silencio si no es compartido.
Odiseo: ¿No te basta que esté contigo ahora?
Calipso: No estás conmigo, Odiseo. No aceptas el horizonte de esta isla. Y no huyes del lamento.
Odiseo: Lo que me hace lamentarme es parte viva de mí mismo, como lo es de ti tu silencio. ¿Qué ha cambiado para ti desde aquel día en que tierra y mar te obedecían? Te sentiste sola y cansada y olvidaste tus nombres. Nada te fue arrebatado. Eres lo que has querido.
Calipso: Lo que soy es casi nada, Odiseo. Casi mortal, casi una sombra como tú. Es un largo sueño que empezó quién sabe cuándo y tú has entrado como un sueño en este sueño. Temo el alba, el despertar; si te vas será el despertar.
Odiseo: ¿Y eres tú, la señora quien habla?
Calipso: Temo el despertar, como tú temes la muerte. Es eso, antes estaba muerta, ahora lo sé. No quedaba de mí en esta isla sino la voz del mar y del viento. No era un sufrimiento. Dormía. Pero desde que llegaste, trajiste en ti otra isla.
Odiseo: Desde hace tanto tiempo la busco. Tú no sabes lo que es divisar una tierra y entrecerrar los ojos cada vez para engañarse. Yo no puedo aceptar y callar.
Calipso: Sin embargo, Odiseo, ustedes los hombres dicen que encontrar lo perdido es siempre un mal. El pasado no vuelve. Nada gobierna el transcurrir del tiempo. Tú que has visto el océano, los monstruos y el Elíseo, ¿podrías aún reconocer las casas, tus casas?
Odiseo: Tú misma has dicho que llevo la isla dentro de mi.
Calipso: Sí, pero cambiada, perdida, un silencio. El eco del mar en los escollos o un poco de humo. Nadie podrá compartirla contigo. Las casas serán como el rostro de un viejo. Tus palabras no tendrán el mismo sentido para ellos. Estarás más solo que en el mar.
Odiseo: Sabré al menos que debo detenerme.
Calipso: No vale la pena, Odiseo. Quien no se detiene ahora, en este instante, ya nunca se detiene. Lo que haces lo harás siempre. Por una vez, tienes que romper el destino, abandonar el camino, dejarte hundir en el tiempo....
Odiseo: No soy inmortal.
Calipso: Lo serás si me escuchas. ¿Qué es la vida eterna sino aceptar el instante que viene y el instante que se va? La embriaguez, el placer, la muerte no tienen otro fin. ¿Que ha sido hasta ahora tu continuo errar?
Odiseo: Si lo supiera, me habría detenido. Pero tú olvidas algo.
Calipso: Dime.
Odiseo: Lo que busco lo llevo en el corazón, igual que tú...
Césare
Tienes rostro de piedra esculpida
Tienes rostro de piedra esculpida,
sangre de tierra dura,
viniste del mar.
Todo lo acoges y escudriñas
y rechazas
como el mar. En el corazón
tienes silencio, tienes palabras
engullidas. Eres oscura.
para ti el alba es silencio.
Y eres como las voces
de la tierra -el choque
del cubo en el pozo,
la canción del fuego,
la caída de una manzana;
las palabras resignadas
y tenebrosas sobre los umbrales,
el grito del niño- las cosas
que nunca pasan.
Tú no cambias. Eres oscura.
Eres la bodega cerrada
con la tierra removida,
donde el niño entró
una vez, descalzo,
y que siempre recuerda.
Eres la habitación oscura
en la que se vuelve a pensar siempre,
como en el patio antiguo
donde nacía el alba.
Césare
sangre de tierra dura,
viniste del mar.
Todo lo acoges y escudriñas
y rechazas
como el mar. En el corazón
tienes silencio, tienes palabras
engullidas. Eres oscura.
para ti el alba es silencio.
Y eres como las voces
de la tierra -el choque
del cubo en el pozo,
la canción del fuego,
la caída de una manzana;
las palabras resignadas
y tenebrosas sobre los umbrales,
el grito del niño- las cosas
que nunca pasan.
Tú no cambias. Eres oscura.
Eres la bodega cerrada
con la tierra removida,
donde el niño entró
una vez, descalzo,
y que siempre recuerda.
Eres la habitación oscura
en la que se vuelve a pensar siempre,
como en el patio antiguo
donde nacía el alba.
Césare
domingo, 8 de marzo de 2009
Delicadas y oscuras líneas de desastre...
Despierto ansioso con el peso de los días en la cabeza agotándome, camino lento por las calles que tiendes en el mundo para que llegue allí, te miro de lejos y sonrío para que sepas que quería verte y tú me miras la cara de desastre con tus ojitos de color dulzón.
Hola- me dices
Hola linda- te respondo
Pasan una horas y te fundo a mí en un solo apretón porque acaba de escampar. Te tomo la mano liviana (porque ya no pesa) y te llevo a caminar un rato por el final de la perra vida, para que conozcas, para que me conozcas un poco. Te sigo mirando la soledad en la mitad de mis besos y te pregunto...
Qué pasa nena?
Y tú me dices...
Nada, lindo. Nada...
Yo te abrazo sabiendo que "nada" es la mierda de los zapatos y te pongo un beso encima de la voz, y me acuerdo que todo cuanto quiero me cabe entre los brazos.
Y entonces esa tarde morí contigo en mis labios y mi cara de desastre en tus manos...
Al otro día cuando nací, ya no estabas, porque así te soñé, como pensé que eras, que un día te aparecías con tus acordes sabrosos de miel, y al otro día ya te escuchaba lejana y distorsionada en el pesar de la distancia. Entonces aproveché esa mirada tuya tan espantosamente deliciosa y me la guardé para siempre en la memoria de las palabras, en la memoria de mi mano y del sueño que me da por la noche cuando escribo. Entonces ahora despierto con ganas de mirarte en esas palabras de papel y tinta en las que estás todos los días, despierto ansioso intuyendo que estás en tu lugar favorito, añorando con dos, tres palabras, los ojos miel y la piel morena que un día tocaron el piano para mí entre el silencio de la soledad.
Hola- me dices
Hola linda- te respondo
Pasan una horas y te fundo a mí en un solo apretón porque acaba de escampar. Te tomo la mano liviana (porque ya no pesa) y te llevo a caminar un rato por el final de la perra vida, para que conozcas, para que me conozcas un poco. Te sigo mirando la soledad en la mitad de mis besos y te pregunto...
Qué pasa nena?
Y tú me dices...
Nada, lindo. Nada...
Yo te abrazo sabiendo que "nada" es la mierda de los zapatos y te pongo un beso encima de la voz, y me acuerdo que todo cuanto quiero me cabe entre los brazos.
Y entonces esa tarde morí contigo en mis labios y mi cara de desastre en tus manos...
Al otro día cuando nací, ya no estabas, porque así te soñé, como pensé que eras, que un día te aparecías con tus acordes sabrosos de miel, y al otro día ya te escuchaba lejana y distorsionada en el pesar de la distancia. Entonces aproveché esa mirada tuya tan espantosamente deliciosa y me la guardé para siempre en la memoria de las palabras, en la memoria de mi mano y del sueño que me da por la noche cuando escribo. Entonces ahora despierto con ganas de mirarte en esas palabras de papel y tinta en las que estás todos los días, despierto ansioso intuyendo que estás en tu lugar favorito, añorando con dos, tres palabras, los ojos miel y la piel morena que un día tocaron el piano para mí entre el silencio de la soledad.
martes, 3 de marzo de 2009
Ego sum qui sum
Dos pasos en medio del desierto, la luz de la luna siguiendo el rastro de quien los dejara abandonados. La carcaza del silencio rodeando un cadaver de alce rodeado de moscas, fundiéndose en la tierra de ardor. La ausencia de esa verdad en las palabras y las cosas, en la voz y la mirada, la cobardía de amarrarse a la doxa y no poder ser la mar de céfiro, el animal salvaje al que no lo ata la certidumbre. Ser dos pasos sin camino y dos gotas de lluvia...
(Inconcluso)
(Inconcluso)
viernes, 30 de enero de 2009
Arthur...
“Querer es esencialmente sufrir, y como vivir es querer, toda vida es, por esencia, dolor. Cuanto más elevado es el ser, más sufre…La vida del hombre no es más que una lucha por la existencia, con la certidumbre de resultar vencido…La vida es una cacería incesante, donde los seres, unas veces cazadores y otras cazados, se disputan las piltrafas de una horrible presa. Es una historia natural de dolor, que se resume así: querer sin motivo, sufrir siempre, luchar de continuo y después morir… Y así sucesivamente por los siglos de los siglos, hasta que nuestro planeta se haga trizas”
3
Me vi una noche sólo divagando
con mi atención perdida, como ida
en arte y ciencia de letra leída
esperando así del dormir el cuándo.
Y en la noche la mano quieta estando
y la inspiración roncando dormida
me aburro a veces de la larga vida
y pienso entonces del morir el cuándo.
La culpo ahora a ella aunque no debiera,
por cautivar mi atención con su pasión
y hacer a mi corazón latir presto.
Y si más bien toda su culpa fuera
a cambio pediría su corazón
para que ya nada me importe el resto.
con mi atención perdida, como ida
en arte y ciencia de letra leída
esperando así del dormir el cuándo.
Y en la noche la mano quieta estando
y la inspiración roncando dormida
me aburro a veces de la larga vida
y pienso entonces del morir el cuándo.
La culpo ahora a ella aunque no debiera,
por cautivar mi atención con su pasión
y hacer a mi corazón latir presto.
Y si más bien toda su culpa fuera
a cambio pediría su corazón
para que ya nada me importe el resto.
De "La Rosa melancólica y el Filósofo esclerante"
Décima Rosa
Con la misma rosa roja
una historia parecida,
joven amor se suicida
y la sangre el suelo moja.
Rosa roja que despoja
de cuidados a su razón
para tornarlos en pasión.
Y ella que a él dejó ciego
se cree dueña de su juego
pues no se culpa al corazón.
¿Qué pasó esa ajada noche
bajo esa luz blanquecina?
Una mirada asesina
y un demoledor reproche,
ella con su ira en derroche
y él como una roca atento.
Para sucumbir fue lento
Aunque no se resistiera
Y en su corazón ardiera
una Rosa, su tormento.
Amó él la muerte y se entregó
y con lágrimas soñaba
que el día ya no le esperaba
hasta que su sangre regó.
Y ella que en su mismo juego
se quedaría arrodillada
doliendo su alma mellada
y un dedo en el gatillo
dispuesto a apagar el brillo
de su vida desolada.
Con la misma rosa roja
una historia parecida,
joven amor se suicida
y la sangre el suelo moja.
Rosa roja que despoja
de cuidados a su razón
para tornarlos en pasión.
Y ella que a él dejó ciego
se cree dueña de su juego
pues no se culpa al corazón.
¿Qué pasó esa ajada noche
bajo esa luz blanquecina?
Una mirada asesina
y un demoledor reproche,
ella con su ira en derroche
y él como una roca atento.
Para sucumbir fue lento
Aunque no se resistiera
Y en su corazón ardiera
una Rosa, su tormento.
Amó él la muerte y se entregó
y con lágrimas soñaba
que el día ya no le esperaba
hasta que su sangre regó.
Y ella que en su mismo juego
se quedaría arrodillada
doliendo su alma mellada
y un dedo en el gatillo
dispuesto a apagar el brillo
de su vida desolada.
jueves, 29 de enero de 2009
Mojiganga
Caer despacio y sonreir de angustia,
Vivir muriendo todos los días y esperar el silencio...
Es como cuando uno se estrella la cara contra el cielo nublado.
Hay que hacerle la vida imposible a los amores de nostalgia y deseo.
Y si ya tenemos piel, ¿por qué matamos por conseguir otra?
Y si la muerte no se atreve a mirarte a los ojos aun?
Y si a la vida nadie le dice lo mucho que apesta, cuándo se va a bañar???
No llores que igual el sol sigue saliendo todos los días y le importa un pepino si tú estas ahí o no.
Tan pendeja tú que sigues pensando que los hombres somos de verdad y que los besos enamoran...
Tan pendejo yo que sigo pensando en que me vas a sonreir y que el hombre va a cambiar.
Tan pendejos todos que creen que la unión hace la fuerza.
Y es que el tiempo ni siquiera sabe cómo es él mismo, y cuando se vea en el espejo se va a dar cuenta que ya está muerto...
Ojalá todos no muramos pronto,
igual amar es fracasar mejor.
Vivir muriendo todos los días y esperar el silencio...
Es como cuando uno se estrella la cara contra el cielo nublado.
Hay que hacerle la vida imposible a los amores de nostalgia y deseo.
Y si ya tenemos piel, ¿por qué matamos por conseguir otra?
Y si la muerte no se atreve a mirarte a los ojos aun?
Y si a la vida nadie le dice lo mucho que apesta, cuándo se va a bañar???
No llores que igual el sol sigue saliendo todos los días y le importa un pepino si tú estas ahí o no.
Tan pendeja tú que sigues pensando que los hombres somos de verdad y que los besos enamoran...
Tan pendejo yo que sigo pensando en que me vas a sonreir y que el hombre va a cambiar.
Tan pendejos todos que creen que la unión hace la fuerza.
Y es que el tiempo ni siquiera sabe cómo es él mismo, y cuando se vea en el espejo se va a dar cuenta que ya está muerto...
Ojalá todos no muramos pronto,
igual amar es fracasar mejor.
miércoles, 14 de enero de 2009
Esta no es una canción, y él lo sabe
No es una canción sino una voz angustiada que se resbala saliendo de la oscuridad de tu garganta.
No es una mirada certera sino el intento de conservar tus ojos en la mitad del silencio mientras divago en la mentira de tu alegría.
No es un abrazo sino el egoísmo de mi muerte que no me quiere alejar de tu piel.
No es mi sudor en tu pecho, es la soledad que naufraga cada vez que vuelvo a caer en la oscuridad de mi garganta.
Son los humores, la saliva y los nervios. Es desde las tripas, es una manera de despertar todos los días. Es la luna y su manera de mirarnos cuando no queda más que muerte en los silencios.
Es como cuando la soledad nos envenena con felicidad...
Por eso desde este momento me declaro muda totalmente, silenciosa como el tiempo y eterna como el eco de tu voz.
...
...
...
No es una mirada certera sino el intento de conservar tus ojos en la mitad del silencio mientras divago en la mentira de tu alegría.
No es un abrazo sino el egoísmo de mi muerte que no me quiere alejar de tu piel.
No es mi sudor en tu pecho, es la soledad que naufraga cada vez que vuelvo a caer en la oscuridad de mi garganta.
Son los humores, la saliva y los nervios. Es desde las tripas, es una manera de despertar todos los días. Es la luna y su manera de mirarnos cuando no queda más que muerte en los silencios.
Es como cuando la soledad nos envenena con felicidad...
Por eso desde este momento me declaro muda totalmente, silenciosa como el tiempo y eterna como el eco de tu voz.
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lunes, 5 de enero de 2009
Spiral
La carga de verdad me estalla en la cabeza de nuevo mientras miro la pared que no se decide a derrumbarse en terribles depresiones de ansiedad.
Terribles depresiones demuestran el interés que tienen los sueños por volver roca la mirada blanca de los dientes del amor.
Los dientes blancos con amarillo se estallan en la pared que no se decide a derrumbarse en terribles depresiones de ansiedad que terminan por volver azul la mirada que por derecho debería ser roja.
El rojo de los ojos se ahoga en la carga de verdad que por mirar los labios cuarteados y sangrientos, está azul y siniestra calada de frío.
La mentira se vuelve verdad cuando el sol consume su vida quemando los dias que por derecho deberían ser muertos y sinceros como la morena ansiedad depresiva que me envuelve por las mañanas, las tardes y las noches. Y a veces al medio día.
Las noches, llenas de crestas, esculcan los sueños que miró alguna vez el tiempo de pie frente a la pared en la que los dientes ya habían estallado, cuya mirada era ya azul de tanto ser roja, el frío era ya siniestro, el amor había ya defecado, las rocas eran ya perras, y las verdades más azules que nunca.
Terribles depresiones demuestran el interés que tienen los sueños por volver roca la mirada blanca de los dientes del amor.
Los dientes blancos con amarillo se estallan en la pared que no se decide a derrumbarse en terribles depresiones de ansiedad que terminan por volver azul la mirada que por derecho debería ser roja.
El rojo de los ojos se ahoga en la carga de verdad que por mirar los labios cuarteados y sangrientos, está azul y siniestra calada de frío.
La mentira se vuelve verdad cuando el sol consume su vida quemando los dias que por derecho deberían ser muertos y sinceros como la morena ansiedad depresiva que me envuelve por las mañanas, las tardes y las noches. Y a veces al medio día.
Las noches, llenas de crestas, esculcan los sueños que miró alguna vez el tiempo de pie frente a la pared en la que los dientes ya habían estallado, cuya mirada era ya azul de tanto ser roja, el frío era ya siniestro, el amor había ya defecado, las rocas eran ya perras, y las verdades más azules que nunca.
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