lunes, 1 de agosto de 2011

Hola Ana

Mi esposa triste y drogada me contaba que sinceramente creía en que la vida oscilaba únicamente entre dos actitudes: desencanto y arrepentimiento. Hay algo que no le creo aun, tan sólo pensé que era una motherfucker depresiva.
A ella no le creí, pero sí le creí a Leopardi cuando leí su diálogo de la moda y la muerte. Y eso que a Leopardi lo conocí despues que a mi esposa, pero esencialmente decían lo mismo, del arrepentimiento me dijo mi esposa que no era más que la angustia de desear cambiar el pasado sin poder hacerlo, y del desencanto me dijo muchas cosas y cada vez diferentes pero que tenían alguna cosa en común. Pero la manera en que mejor me lo explicó fue pensando en esa actitud como en la sensación post-sexo con alguien que se desea mucho pero no se quiere. Insoportable, como saber que uno no puede escapar de vivir lo mismo una y otra vez, de vivir lo que ya ha sido vivido por miles. Repulsión, aversión por algo que en principio se creía novedoso y placentero. El eterno retorno, al que se llega muy fácilmente a través del amor.
La cosa es que yo le dije que si no habían más actitudes, la vida se veía reducida a un pesimismo pseudo-melancólico adolescentoide. Y que era reducir el sexo a la sensación fugaz post-sexo que se acaba a los cinco minutos, y además que no se puede vivir lo mismo que alguien ya vivió porque uno no es ese otro.
Pero mierda, la moda es una actitud tan cotidiana y diacrónica a la existencia humana, que me hace pensar seriamente en que nuestro mundo se redefine cada vez que algo nos empieza a parecer aburridor. Vivimos todos los días en un profundo desencanto.
Y la muerte, para el muriente y el doliente, causa el sentimiento de arrepentimiento más absoluto. En mi oficio nunca conocí un muriente que tuviera la sensación de haber vivido una vida plena, o un doliente que no quisiera tener en sus brazos de nuevo a la persona que perdió.
Y me causa mucha desolación el hecho que no pude decírselo a ella, que creía en ella gracias a Leopardi, no pude decirselo antes que se inyectara esa mierda, me produce una angustia insoportable saber que ella que era mi vida, ya no está aquí por algo que pude evitar, habría bastado con solo decirle de nuevo que la amaba, y que sí le creía a ella. Y algo que me lleva a la desesperación es esa perorata nauseabunda de ese psicólogo de mierda que quiere que vaya su grupo de perderores que no saben sobrellevar la muerte de sus familiares. -No eres el único al que le sucede un acontecimiento como ese, hay otras personas que te entienden- decía el imbécil. No entienden ni mierda, ¡no son yo!
Esto me causa una desolación tan insoportable, añorar su cuerpo... No la tocaría jamás para no desencantarme de su aliento. No lo soporto, por eso te escribo esta carta, para que veas que si en algo se equivocó ella es en que lo que vivimos ya haya sido vivido mil veces. O te reto a que vivas tú de nuevo este episodio que vivimos ella y yo.
Pero yo sé que me va a perdonar, porque me ama, y yo también la amo.
P.D.
Perdón por dejar la puerta abierta, y perdón por la molestia.
Un abrazo.