domingo, 8 de marzo de 2009

Delicadas y oscuras líneas de desastre...

Despierto ansioso con el peso de los días en la cabeza agotándome, camino lento por las calles que tiendes en el mundo para que llegue allí, te miro de lejos y sonrío para que sepas que quería verte y tú me miras la cara de desastre con tus ojitos de color dulzón.
Hola- me dices
Hola linda- te respondo
Pasan una horas y te fundo a mí en un solo apretón porque acaba de escampar. Te tomo la mano liviana (porque ya no pesa) y te llevo a caminar un rato por el final de la perra vida, para que conozcas, para que me conozcas un poco. Te sigo mirando la soledad en la mitad de mis besos y te pregunto...
Qué pasa nena?
Y tú me dices...
Nada, lindo. Nada...
Yo te abrazo sabiendo que "nada" es la mierda de los zapatos y te pongo un beso encima de la voz, y me acuerdo que todo cuanto quiero me cabe entre los brazos.
Y entonces esa tarde morí contigo en mis labios y mi cara de desastre en tus manos...
Al otro día cuando nací, ya no estabas, porque así te soñé, como pensé que eras, que un día te aparecías con tus acordes sabrosos de miel, y al otro día ya te escuchaba lejana y distorsionada en el pesar de la distancia. Entonces aproveché esa mirada tuya tan espantosamente deliciosa y me la guardé para siempre en la memoria de las palabras, en la memoria de mi mano y del sueño que me da por la noche cuando escribo. Entonces ahora despierto con ganas de mirarte en esas palabras de papel y tinta en las que estás todos los días, despierto ansioso intuyendo que estás en tu lugar favorito, añorando con dos, tres palabras, los ojos miel y la piel morena que un día tocaron el piano para mí entre el silencio de la soledad.