lunes, 24 de noviembre de 2008

"Recuerdas Juana?"

LA NOCHE
Atrapada en un momento solitario que te traspasó mientras sufrías encerrada en la peor de tus pesadillas, como muerta en vida, bajo la pesada sensación de haber muerto con él.
Duelo, inocencia, locura. ¿A dónde vas a parar cuando la tristeza se disfraza y se inmiscuye hasta la médula y no queda más por hacer? Cuando gobierna tu vida y todo cuanto debería ser real se derrumba y deja en pie únicamente un solitario momento. Vivir el eterno momento hasta querer reventar.
Hasta que tomé la determinación de abandonarte por el mero aburrimiento, y finalmente te quedaste completamente sola, y precisamente después de creer que no lo estabas.
Muerta en vida vagaste por el mundo, prisionera de un cuerpo que los demás miran y del que se apiadan, que responde a estímulos que desconoces. Así se te pasó la vida, la viste en cámara rápida, y cuando quisiste retomarla ya la estabas viendo pasar ante tus ojos. En realidad no sabes si mueres en este momento, o si moriste con él cuando tu cuerpo era aún menudo y rescatable. O si de hecho nunca naciste y nunca estuviste con él, sino con su música y su recuerdo.
Estuviste ciega, no viste pasar el mundo. No viste.
Viviste un momento, y en él viviste por mucho tiempo, en él moriste. Porque moriste toda tu vida. Porque la memoria que hiciste, ese matorral enredado lleno de espinas, no lo hiciste tú, lo hice yo.
Una noche en tu lecho, cuando te diste cuenta que se escapaba de ti la vida, cometí el mismo error que no perdoné a los demás, te compadecí.
*****
Ahora yo recuerdo, recuerdo tu sorpresa al verme de nuevo, y recuerdo que lloraste toda la noche. Recuerdo tu dolor y como te sentías de miserable al recordar a tu madre perdida en la desolación de su impotencia. Cómo llorabas al verte sufriendo por la muerte de tu padre. Y no me siento culpable por mostrarte tu vida justo esa noche, me parece que era lo menos que merecías. Lo que me duele realmente es que fue en ese momento cuando encontraste de nuevo la claridad de tu mente, y que por eso, toda una vida la sufriste en seis horas, de principio a fin.
Según recuerdo, tu vida empezaba a tener más sentido desde que te dejaron estar en ese misterioso lugar, los enfermeros ya no te llevaban de la mano al patio y al comedor, y a veces podías recordar unos cortos fragmentos de tu infancia, pero no duraban mucho, a veces te daba mucho sueño y otras veces simplemente se te bloqueaba la memoria con escenas violentas, y no podías llegar a nada relevante. Solo tenías tres recuerdos en tu cabeza: tú misma frente al espejo con un disfraz de princesa, un gatito que alguien te regaló, y un cuadro de una señora que crees conociste muy bien. Te los repetías durante horas mirando una pared blanca. Los revolcabas y los veías de nuevo, los veías al revés y hasta los llegaste a mezclar una vez. Recordaste que el gato era un príncipe y la señora su amada, pero en el preciso instante en el que se iban a encontrar, una enredadera con unas flores raras los separaba y los amarraba hasta asfixiarlos. Así salías de tu letargo y sin saber por qué, sentías un dolor desolador en tu corazón y de tus ojos empezaban a salir lágrimas que no podías detener.
Las otras veces, cuando te veías frente al espejo con tu traje púrpura, adornada con los collares que tu madre guardaba en el cofrecito de su tocador, surgía desde el fondo de la escena una tonada en guitarra que te parecía muy bella, y te quedabas escuchándola hasta que caías dormida. De esa manera transcurrió tu vida en el tiempo que duraste allí.
Comías, dormías, ibas al baño. Recuerdo que una vez en el baño, tuviste la sensación de haberte orinado en el pijama que te regalaron, no supiste por qué pero lloraste de nuevo desconsolada. Y volvías a tu cama triste y alegre a la vez, porque tu cama se volvió tu única forma de diversión, imaginabas que debajo de ella había un mundo diferente, imaginabas personas, animales, muñecas y revistas. Y una vez, viste salir un gato de verdad y lo perseguiste todo el día. Preguntabas a las demás personas si lo habían visto, pero habrían dicho que no, así lo tuvieran al frente. Incluso a mí me parecían terribles personas. Triste momento para darte cuenta que tu gatito se perdería en tu memoria cuando yo volviera.
Todavía me acuerdo cuando te veía sentada contemplando el lago del patio con tu camisón blanco, no podía creer que no pensaras en nada, ni en Papá, o en don Jesús. En la forma en que cuando pequeña, jugabas sola en tu habitación con tu fantástico libro de personajes fabulosos. Solo dejabas caer tus lágrimas en el agua del lago, y te quedabas embelesada con las ondas, te recordaban el movimiento como de un carrusel. Y entonces, si recordabas el carrusel, ese carrusel donde alargabas tu mano morena para llevarla hacia algo que te dolía inmensamente, ¿por qué no recordabas la razón que te había llevado a ese lugar? Pensaste al despertar, que era el principio de tu viaje, porque allí estabas pequeña junto a mamá, pero al pasar los recuerdos te dolía cada vez más, como si se te congelara el pecho por dentro. ¿Acaso sabías a lo que te enfrentabas? Yo nunca supe, porque nunca te entendí cuando te encerrabas en tu cabeza con muros de concreto.
*****
Me dan ganas de llorar a veces cuando te recuerdo, cuando salías a perseguir el gatito, lo veías poner sus delicados pies en el césped alumbrado por la luna. Y te sentías con ganas de bailar con él hasta el amanecer, pero ellos te hacían la vida imposible, te sacaban de tu momento de felicidad a empujones y a gritos, te llevaban a tu habitación y te daban esa droga que te transformaba en una lela. No volvías a ver a tu gato en mucho tiempo.
Creo que fue en esa época más o menos, que empezaste a recordar todo. El gato después de un tiempo, definitivamente desapareció, aunque eso no me entristeció, fue como lo olvidaste lo que me causó tanto llanto. De repente empezabas a recordar pequeños lapsos de conversaciones de la gente con la que vivías, te dejaron tener amigos allí, y ellos te hablaban mucho de cosas diferentes. Te sentiste el centro de atención. ¿Pero te acuerdas esa niña a la que le hablaste en el patio? Esa mañana que creías que los pájaros no volverían a cantar para ti y te sentías tan sola, la viste, te pareció tan triste y tan desolada que quisiste abrazarla y decirle que podía ser tu amiga.
Ella te sonrió, y hablaste con ella todo el día, le contaste de tu gato y cómo el lago te sacaba lágrimas sin saber por qué. Me acuerdo que ella te contaba de sus papás, de sus amigos y te contó que tenía un gato también con el que jugaba en su casa todo el día, que era su mejor amigo.
La quisiste mucho, pero no entendías en ese momento cómo una niña tan linda había terminado encerrada en un lugar tan horrible:, tenía unos papás muy lindos, ¿cómo habría sido tener unos papás lindos? No lograste recordar a tus papás, probablemente también habrían sido lindos, ¿O no?
Un día en el que querías salir temprano a mostrarle los pájaros a la niña para que también cantaran para ella, te interceptaron dos de ellos, -Hoy tú pasas a la otra sala- te dijo uno. A pesar que no entendías muy bien de lo que se trataba eso de “la otra sala” sentiste que se abría un abismo entre tu amiga y tú. La veías jugando en el jardín, sola, y tú queriendo acompañarla. Por las noches soñabas que estabas con ella, y era igualita. Jugabas en el agua y le regalabas flores para que no llorara. Pasaste unos largos días sin verla, y empezabas a acostumbrarte. En esta sala podías ver libros, revistas viejas, diarios, que parecían arrumados como formando un laberinto pequeño en el que podías perderte si fueras chiquitita muy chiquitita. Viste muchas personas nuevas en las revistas, te diste cuenta de cómo es el mundo afuera de esa casa, gente muy elegante con corbatas y cigarrillos; y las mujeres parecían princesas con collares y peinados rarísimos. Te sentiste de pronto feliz, aunque no viste a tu gato ni a la niña en mucho tiempo, pero no te hicieron mucha falta. A veces los veías a los dos junto al lago, y la veías a ella llorando, y te sentías tan triste.
*****
El tiempo pasó largo y te sentiste cada vez mejor, en las mañanas te veías en un espejo y veías una cara conocida, aprendiste a hacer pajaritos de papel, aprendiste a pintar en lienzos y leíste libros muy bonitos. Hablabas con el doctor para decirle lo contenta que estabas y él te preguntaba sobre los libros que leías. Te gustaba regar las plantas y tomar el sol en el patio con las demás personas.
Una noche, te asomaste a la ventana que daba al otro patio y viste a la niña con el gato en sus brazos, ya no te parecía cercana, y te quedaste a mirarla llorar. Ella te miró y su ojos te dolieron en lo más profundo de tu corazón. Parpadeaste y la viste frente a ti, con un camisón blanco y unos bracitos morenos tan bonitos. -¡Juana, se murió mi papá!- Te gritó – ¡Se murió tu papá!- Trataste de decirle que no gritara, pero ya estabas muriendo por dentro. -¡Tu mamá te abandonó!
*****
Despertaste hace poco, ya te he contado todo lo que recuerdo; ya estás cansada, sé que quisieras estar con mamá si aún vive, pero sé también que vas a encontrarte con papá. Siempre guardaste la esperanza de verlo de nuevo, y creo que hoy será el día.
Tuvimos una vida muy agitada, muy difícil, merecemos descansar.
De todas formas lo mejor es que te tomes las píldoras para dormir, más si son necesarias.
Ahora que estás en esta habitación tan sola, viéndote a ti misma, todos tus recuerdos empiezan a tener sentido, toda tu vida pasó dolorosa, ¿quién te amó además de tu papá? Yo Juana, yo siempre te amé, por eso te voy a acompañar ahora.
Juana, me empiezo a dormir, descansemos ya, por una vez en la vida.

2 comentarios:

Ari dijo...

jeje conincidenciales en el título ala jeje ;)

Ari dijo...

me gustó mucho :) ay esa Juanita me trae recuerdos bonitos, tristes pero lindos