lunes, 17 de noviembre de 2008

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Las cosas tienen vida, por eso cuando el gitano llegaba la gente se agolpaba, sin entender por ké el movimiento, ke era carácterístico de las cosas vivas, lograba despertarse perezosamente en las cosas cotidianas.

Ahora, si las cosas tienen vida, tienen alma, y si tienen alma pues tarde o temprano se enamoran y se desencantan.

Pero y si uno cuando muere es cosa... uno no deja de amar? ni de desencantarse.

La realidad es ke vivimos entre muertos, nos rodeamos de cadáveres todos los días. El tiempo pasa lamiendo el mundo hasta secarlo de vida, y uno sentado escribiendo, congelando la vida para ke no muera impune, para ke deje su huella impregnada en unas hojas ke tambien van a desaparecer. Y cuando al final no haya más ke tiempo, aun él llevará marcadas tus pisadas en su memoria. Muertas, cadaver, porke así como el tiempo nosotros somos, como el tic-tac ke le enseñamos a cantar, y ese tic-tac es como el tum-tum del corazón, ke es como el día-noche/verano-invierno, y es como el hombre-mujer/muerto-vivo y amor-muerte.



Así es el tiempo ke te desgasta el dolor de la vida, así nos consume entre lo crudo y lo cocido ke estamos, así lo sientes, así te encanece la vida y encanece las cosas para revolverte en el estómago las noches con los días ke se llevaron esos pájaros, negros por el duelo de tus sueños.

Y así mismo te vuelves y miras tus yo de atrás y lo ke ves es tu futuro encadenado a la tristeza de una roca ke sembraron cuando naciste, y ke aunke mires el sol o las estrellas, nunca podrás cantarle a la vida ke supuran las cosas, porke es de noche y dura solo un rato.



Entonces sigues escribiendo con los ojos cerrados por la verguanza de no callar desvaríos, pero te estrellas con caminos ke fluyen como lágrimas de desesperación, sin personajes, sin vidas, como estar solo en la mitad del cielo esperando a ke pase un rayo de muerte y te despierte otra vez en la tierra, entre selvas verdes y rojas, entre selvas ke gritan el nombre del principio de los tiempos y del final de la vida. Selvas ke devoras entre totems fetichistas y anhelos de supervivencia. Selvas sudorosas y malolientes, con vida hacia donde mires, con cosas y muerte.



Pero de las selvas escapas con un respiro, y siguiendo la voz de la madre llegas a tu templo de rocas sembradas entre largos caminos de olor a mar frío y desbocado contra las rocas de un cielo gris. Y sí, sabes ke ese tambien fue uno de los lugares oscuros de la tierra. Luego te despiertas en camas de silencio y desayunando soledad, como acostumbras a hacer, y vistes capas fabricadas trenzando tus penas, tu pesar. Caminas, enciéndes los fuegos verdes de la melancolía en tus ojos y te dejas consumir lentamente por ellos hasta ke de tu alma no hueles sino cenizas, o hasta ke llega la noche trayendo subterfugios crepusculares ke los avivan y revuelven. De cualkier manera tu alma keda esparcida por las costas silenciosas y verdes del tiempo.

Pero es el tiempo finalmente al ke le encanta descuartizar la belleza, con el mismo ímpetu con el ke el fuego baila en tus ojos entre el frío de la soledad y la noche.

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