He de sepultar de nuevo las voces de las cosas, las voces cuando callas y las voces cuando alientas una sonrisa, a salir vertiginosamente de las comisuras de tu cuerpo. Tu cuerpo es un cliché desesperado por repetirse entre símbolos de lo decadente, como los siniestros pasos de la libertad acechando esas mismas voces. Todo, absolutamente todo busca su lado más amargo y menos sincero, para estallar delicadamente en cada uno de sus tristes poros.
Una noche, un beso de anfetaminas escondido en la lejura de tu mirada y de tus pasos extraños que amenazan con ser sinceros. Una carga de metralla que atravesó mis sentidos y mis sienes, que sangraron lágrimas de pavimento, porque algo hay encerrado en ese lugar delicado llamado corazón, no son palabras rígidas ni son palabras, mentira, es pura pulsión del inconciente escupiendo y tarareando canciones con tufo de olor a risa cortada,a canción rayada de cielo, un solo fluir de miradas una y otra vez estallando, manifestándose en la esencia de las cosas, sin saber que es una historia de amor que se canta a sí misma, una canción que se derrota a sí misma sin mirar atrás, sin saber de dónde viene ni para dónde va, sólo siendo, existiendo y respirándose a sí misma hasta agotarse toda, aunque sabe que se agotaría con la muerte. De eso se trata lo exquisito de un cadáver, que nunca cobre vida, la memoria lanzada a la muerte, viendo la verdad en la mentira y hablando con la menos sincera verdad. Las imágenes son las que se toman la vida, las que se hacen trizas al viento cuando entra moviendo las cortinas en silencio y sólo queremos mirarlas con una bala en la cabeza, porque nadie entiende eso con lo que nos hemos comprometido a convivir y a repetirnos. A veces sólo somos eso, repeticiones una y otra vez de lo que ya hemos sido, de las mismas muertes.
Todas las veces encerramos odio y liberamos risas, nunca al contrario porque la vida nos lo cobraría caro, porque acecha tras un cristal opaco, moviéndose con luces de colores, como cuando se quiere mostrar algo en fragmentos que sólo uno entiende, y el dolor que me castiga porque quisiera escribir el resto de la vida que me queda pero el cuero con el que nací no se corresponde con el espíritu que me tocó, es un cuerpo que no soporta escrituras intensivas ni se exige en momentos ilustrosos, sólo padece, es un tiesto viejo que sólo padece el lento pasar de los días.
viernes, 29 de junio de 2012
miércoles, 13 de junio de 2012
Therapie
Hablé con ella y tenía un dolor disfrazado de desidia, porque le he visto mucho tiempo ya encerrada en esos tristes muros, preguntándose de qué se trata, como divagando, esperando. Ya han pasado demasiadas noches robando y rasgando su alma, su voz. Y los fantasmas. Fantasmas se apoderan de su cuerpo y de sus sueños, le ahogan en letargos infinitos. Como si le llevaran al mismo infierno. Los fantasmas que transforman el esplín en cretinismo. Se despierta a veces y está caminando a gatas, como si se arrastrara sobre el filo de un cuchillo, y en ocasiones solo camina contra un muro blanco, sin atravesarlo, sin rodearlo, sólo camina como quien ya tiene su rumbo definido hacia la nada.
Y entonces levanta la cabeza con ganas de atravesar el umbral que la va a sacar de esa parálisis pero no logra ponerse en pie, las rodillas parecen no responderle, las manos tiemblan mientras agarran el suelo y cae de bruces otra vez como si no hubiera sido hecha para un destino tan trivial. Se queda de nuevo, en el suelo, evadiendo, huyéndole al destino, a sí misma.
Ni siquiera sus tristes disculpas le convencen, miente, una y otra vez miente, hasta que se ve a punto de ahogarse entre esas mentiras destiladas.
Se transgrede, eso es lo único que le queda, transgresión. Se transgrede a sí misma, transgrede a los demás, sus conciencias, sus espíritus, sus convicciones. Todo parece haber confluido en ella como transgresión. No queda casi nada en ella cuyos límites no haya quebrado ya, y entre esas cosas, están las que teme, y entre las que teme está ése pájaro azul que amenaza con salir a volar.
A veces sueña con muertes, muchas muertes muy violentas, de suicidios, de cuerpos envejecidos en segundos, de bocas resecas y labios pálidos, sueña esas largas canciones de muerte festiva que suena en las fiestas de los pueblos, con sus ritmos angustiosos y sus líricas coloquiales, esas canciones de muertos que dan sustento a todo el ideal que le agobia, el final de este sucio trajín.
Pero únicamente en noches dolorosas como esta, es que mi pluma se contorsiona a la vez que mi alma se retuerce, porque no hay más momentos, los otros momentos no existen, sólo los momentos de dolor, mentira y muerte que ella padece, evocan mi presencia.
Y entonces levanta la cabeza con ganas de atravesar el umbral que la va a sacar de esa parálisis pero no logra ponerse en pie, las rodillas parecen no responderle, las manos tiemblan mientras agarran el suelo y cae de bruces otra vez como si no hubiera sido hecha para un destino tan trivial. Se queda de nuevo, en el suelo, evadiendo, huyéndole al destino, a sí misma.
Ni siquiera sus tristes disculpas le convencen, miente, una y otra vez miente, hasta que se ve a punto de ahogarse entre esas mentiras destiladas.
Se transgrede, eso es lo único que le queda, transgresión. Se transgrede a sí misma, transgrede a los demás, sus conciencias, sus espíritus, sus convicciones. Todo parece haber confluido en ella como transgresión. No queda casi nada en ella cuyos límites no haya quebrado ya, y entre esas cosas, están las que teme, y entre las que teme está ése pájaro azul que amenaza con salir a volar.
A veces sueña con muertes, muchas muertes muy violentas, de suicidios, de cuerpos envejecidos en segundos, de bocas resecas y labios pálidos, sueña esas largas canciones de muerte festiva que suena en las fiestas de los pueblos, con sus ritmos angustiosos y sus líricas coloquiales, esas canciones de muertos que dan sustento a todo el ideal que le agobia, el final de este sucio trajín.
Pero únicamente en noches dolorosas como esta, es que mi pluma se contorsiona a la vez que mi alma se retuerce, porque no hay más momentos, los otros momentos no existen, sólo los momentos de dolor, mentira y muerte que ella padece, evocan mi presencia.
miércoles, 6 de junio de 2012
Andy Warhol y la maestría del happening
Más allá de la simple experiencia de comer una hamburguesa, Andy Warhol experimenta con la noción de modernidad que alberga el espectador, y la aborda desde un aspecto muy interesante en el mismo happening. El aspecto con el que lo aborda es con la noción de espejo: aprovecha la cotidianidad del hecho de comer, una necesidad biológica humana que se constituyó en una institución social de importancia en la estructura familiar; es decir, el hecho de comer y la forma en que comemos es una característica de lo más representativo en la condición de lo humano en cualquier época. Andy Warhol enfrenta al espectador a la nada de dos maneras en este happening, una es al verse a sí mismo (el espectador encarnado en Warhol) sintiendo que la suprema experiencia de comer la marca Burger King, construida por el marketing televisivo, es básica y mínima, sugiriendo así la levedad de la percepción humana en la modernidad. Los grandes imaginarios de la economía del capital pueden fácilmente redefinir las relaciones de las estructuras más básicas de la sociedad. La otra manera en que el espectador se enfrenta a la nada se relaciona con un aspecto formal del happening y es la reticencia que tiene Warhol a mirar al espectador, esto ocasiona un tipo de incertidumbre al no saber si lo que genera incomodidad es el hecho de ver a Warhol comiendo la hamburguesa o el espectador verse a si mismo como espectador de la ficticia experiencia Burger King.
La frivolidad con la que Warhol representa su producción artística da cuenta de la necesidad que tenía por evocar un momento del ethos humano a través de sus propios clichés y trivialidades. Warhol se vale de los medios de comunicación publicitaria para reafirmar temas como la muerte, el deseo, la sexualidad y el consumo, entre otros, que estaban siendo ocultados por el ímpetu del pensamiento conservador y el pseudo-optimismo del pensamiento consumista publicitario.
La frivolidad con la que Warhol representa su producción artística da cuenta de la necesidad que tenía por evocar un momento del ethos humano a través de sus propios clichés y trivialidades. Warhol se vale de los medios de comunicación publicitaria para reafirmar temas como la muerte, el deseo, la sexualidad y el consumo, entre otros, que estaban siendo ocultados por el ímpetu del pensamiento conservador y el pseudo-optimismo del pensamiento consumista publicitario.
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