Yo tengo un corazón grande y de fuertes huesos, que bombea espesa sangre desde los pies hasta la punta de los pelos, soy todo sanguíneo. No es corazón roto, ni en mil pedazos ni en dos, ni se lo llevaron ni han tratado de remendarlo, es un corazón rojo, rojo, es vistoso y hace lo que debe hacer "bombea sangre"
Ayer pensaba que amar era cuando el corazón pensaba, cuando se le rebelaba a la cabeza. Ayer amé pensando que el corazón era el que amaba, y lo dejé dejar de hacer lo suyo para dedicarse a otras cosas.
El corazón no sirve para amar, sirve para "bombear sangre" ahora ya sé. Entonces cuando se le detiene y se deja al corazón decir "amo" la cabeza se queda sin sangre, las ideas palidecen, la razón adelgaza, la valentía se deshidrata. Corazón no puede hacer lo que deben hacer otros.
Entonces me di cuenta que lo mejor es que la gente que ama con el corazón debe tratar de dejar de hacerlo, porque el corazón sólo sabe hacer dos o tres cosas, y entre esas no está el amar, el amar se le deja a las tripas, porque lo que uno siente siempre es desde las tripas.
En las tripas está la necesidad, el hambre, el sueño, el vértigo, el dolor, el deseo, los nervios, las náuseas, los ruidos, la llenura, el calor, las cosquillas, la satisfacción y la alegría. Todas esas cosas que uno ama en otra persona están en las tripas de uno.
El corazón sólo confunde, por eso es que hay que amar desde las tripas, amar con el corazón dedicado a lo suyo y las tripas en los dos.