-A bit of sorrow, a bit of hurt. Andrés mi corazón no se llena con silencios porque los silencios equivalen a la nada.
-Si no es de silencios no es de nada, porque son tres gotas de azucena las que caen de tus ojos, las que vuelan como a mil. Y es que yo que hago si no hago silencios? Yo sólo sé hacer silencios, silencios de alegría, silencios coloridos de misterio, silencios de ira y satisfacción. Soy todo silencios, no me gusta la bulla, la calle es muy bullosa, mi cabeza es muy bullosa, el estallido de tus azucenas en mis oídos es muy bulloso. Yo soy de silencios, no me gusta la bulla, soy callado incluso para decir.
-Descansa entonces divagando en tu silencio, en las palabras agazapadas detrás de tu lengua que se descosen por estallar en luces de brillo imperecedero, que sólo quieren salir, salir como eso que es bello y se extingue porque nadie lo captura.
Me aburre, el desencanto es insoportable pero imposible de evitar, no hay peor sufrimiento que el desencanto atravesando cada hueso. Se ven morir una y otra vez, muere la tristeza, muere la ingenuidad, muere la inocencia y se marchitan las margaritas que habitan las entrañas. Se ve una y otra vez, se siente una y otra vez.
El decir no debe quedarse tras los dientes, el decir debe dejarse fluir, doler y volar, estrellarse contra las palabras, contra las acacias y los geranios que se marchitan amarillos, se debe incluso dejar filtrar por las paredes de la soledad. Pero no cualquier decir, el decir de las entrañas sí, debes dejar cantar las tripas, decir las palabras que por el encierro y el confín pudrieron el maravilloso jardín de begonias y girasoles que tenías por dentro. Solo di.
-Voy a decir, de acuerdo, dejaré de lado mis silencios y patearé las entrañas contra el pavimento de la angustia, la angustia de saber o de no saber, de morir o no morir, escucha cuidadosamente porque no lo repetiré. (Y justo en ese instante... mutis)