Es ese yo corto y silencioso que ronda noche y día las plazas de la verdad, pero es que es esa imposibilidad de decir las cosas tal como son.
Es ese al que busco desesperado y no me interesa perder de vista, soy ese yo que explota en miles de yos y que se recoge de nuevo pedazo a pedazo, es ese triste y furibundo lleno de soledad.
Estoy callado mirando todo lo que sale de tu boca sin parpadear, y lo que sale es esa tú amarilla y mas yoica que yo, tan grande que me enredo entre algunas de las letras con las que habla esa boca.
Entonces yo hablo y los últimos que me entienden son mis labios, porque la voz al igual que la soledad, va de adentro pa fuera, y ellos son lo último que quiere escuchar a mi corazón. Y tus oídos, exquisitos como son todos, escogen lo que se van a comer.
Por eso digo que antes de morir era un oído muy grande, no porque los demás no lo fueran, sino porque nunca tuve boca.
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