No se puede ver de mejor manera las luces del mundo, si no es bajo un astigmatismo leve. De su brillo nítido llegan a la conciencia mil destellos, mil formas, mil auras. Únicamente bajo la lógica de la distorsión.
Las letras pequeñas y lejanas son figuras sin identidad, sin propósito. Sólo las luces resplandecen,entregan la totalidad de su sentido. Una vista clara se obnubila fácilmente con torrentes de letras insensatas que apuntan hacia direcciones inconexas y sin sentido, el mensaje se diluye por claro que sea; lo dice todo, por lo tanto dice nada.
La claridad intelectual con la que la conciencia interpreta la realidad, influida por una lente astigmática, carece de comparación. No hay mejor manera de socavar los rincones del universo interior que mediante la apreciación de paisajes borrosos, luces borrosas, oscuridades de formas. La atención se posa en lo esencial únicamente, hace que requiera un esfuerzo incómodo el tratar de enfocar lo superficial, sensibiliza la percepción hacia las formas no estructuradas del lenguaje, afina los sentidos secundarios, el tacto, el sentido de lo estético, el oído, la voz. El silencio pasa a un segundo plano porque el mundo hace un ruido distinto, es más abstracta la manera en que se relacionan las imágenes con los sonidos.
Ver borroso el mundo es un privilegio deliberadamente incómodo que se transforma en un axioma ya conocido, "vivir incomoda", y habituarse a esta lógica en lugar de tratar de deshacerse de ella es una manera de comunicarse con el mundo en otros términos, en unos menos convencionales.