lunes, 6 de agosto de 2012

Club de la botella

Los que estamos relegados
a la luz de las cantinas
y a alientos densos
de alcohol barato

Estamos condenados
a las noches en vela
torturados por el esplín.

Nos toca la parte más ruda de la historia.
Los que odiamos que el sol brille
adolecemos los días con desespero,
tenemos la tarea más incierta.

Padecemos la tortura de las voces,
sufrir una vida bohemia
estrellados en todo momento contra la realidad.

Calla ya

Cohoolain, el héroe celta y Sienna su esposa discutiendo en el jardín del destino

Cuchoolain: Qué pasa Sienna? ya no me miras con los mismos ojos. Ya no me abrazas, te das la vuelta y te duermes, así como si nada.
Sienna: No sé Verud, algo me preocupa, siento que ya no es lo mismo. A veces siento que no podemos sentir de igual manera, que mi amor por ti se tambalea. Aunque sé que está firmemente aferrado...
Cuchoolain: Lo sé, y debo aceptar que no soy el perfecto esposo, que mucha sangre que no debería derramarse lo hace, que muchas cosas que deberían ser, no lo son. Por esa razón las cosas cambian, porque cada vez encontramos nuevas formas de amarnos, de pensar a los dos, de cambiar con el tiempo, de estar acompañándonos.
Sienna: No, es que no cambian como deberían, y lo que no debería cambiar, cambia. Y lo que está estancado, no se mueve. Tu siempre esperas lo mismo, amas más la sangre y tu espada que a ti mismo. Lo he notado... tus pasos pesan tristes.
Cuchoolain: Hay cosas que no puedo cambiar, hay cosas que comprometen mis creencias, y yo soy el encargado de materializar los sueños de mi pueblo. Trato de entederte, tu quieres volar, partir en ese bote a avent-urar, pero me temo que con el tiempo el peso de tus pasos hará ceder el piso que hay debajo de ellos.