jueves, 7 de abril de 2011

Rêve

Y cuando ya se dijo todo sobre el amor, la noche y la soledad, nos queda únicamente delinear con palabras la silueta del silencio incómodo que no pudimos descifrar. Qué más podemos hacer que no sea señalar hacia el vacío?
Hay una línea que perdimos, unas palabras que desaparecieron al salir de la boca y ahora tratamos de inventarlas. Inventar no es suficiente para entender lo que significaban, me tortura un indecible, es como el estremecimiento que impulsa las balas y la cabeza que explota tras ella. Una vez soñé con La Palabra, El Uno, soñé los sueños de Platón atravesando con mis manos el infinito, y atrapé un poco del infinito. Derramé el infinito y me regocijé en su claridad, en su abundancia. Quedé prendado de él. Tú estabas allí, y el otro también, y todos quedamos prendados del infinito.
Al despertar ya no entendía dónde estaba.
Ya no existía el infinito.
No comprendía el infinito.
Tu ya no estabas.
Solo yo quedaba.
Sólo quedaba un denso silencio.
Un vacío en el habla.
Que no restituía el infinito.
Y desde entonces sólo he podido soñar.
Delinear el infinito.
Señalarle, inquirirle, disfrazarle.
Pero el que (NO) esté o (NO) exista, (NO) explica nada.
Sólo lo encuentro en el ensueño.
Al estar medio dormido.
Soñoliento.
Porque huye de la conciencia.
Y únicamente en el ensueño mi deseo encuentra calma.